domingo, 13 de noviembre de 2016

Mismo cuadro, diferentes ojos.

     Nubes. Olas. Arena. Rocas. He contemplado este cuadro cientos (puede que miles) de veces. Pero nunca como hoy. Siempre he imaginado que los tonos oscuros y fríos, con los que fue pintado, transmitían una especie de tristeza propia del artista. Podía perfectamente imaginar un pequeño barco encallado entre tan afilados riscos. Y una noche aun mas oscura, que estaba por venir.

     Pero hoy por primera vez me detengo en la franja anaranjada que se encuentra entre las nubes oscuras y la arena. Siempre asumí que si el cuadro tuviese movimiento, esta sería absorbida por el nubarrón opaco, sumiendo en penumbra la imagen. Pero ¿y sí no es así? Hoy veo una segunda opción: ¿y sí en realidad esa franja de color representara solo el comienzo?, puede que contrario a mi pensar esta fuese la que comenzase a crecer hasta alejar las nubes oscuras, y llenase la escena de tonos vivos y brillantes propios de un día soleado.

     La pregunta es por qué tardé tanto en tener este nuevo ángulo de visión. Y al mismo tiempo que surge este cuestionamiento, llega la respuesta: aun dormida te mueves en mi pecho y me abrazas mas fuerte. Es difícil no pensar en nuevos amaneceres cuando el olor de tu perfume me embriaga y el calor de tu cuerpo me recorre. Has ido causando ese efecto en mi vida: haces que mis días pasen del blando y negro, al color más vivo que conozco.

     Reconozco que aun en este punto no estoy muy seguro de haber despertado. Puede que tal vez seas tan solo un sueño de esos que solo se tienen una vez en la vida, y que si parpadeo me despertaré sólo en mi cama, como cada día. Sí ese fuera el caso, recordaré golpearme la cabeza con un ladrillo para volver a dormirme.

     Pero el tiempo pasa, y sigues ahí tan tangible como siempre. Hasta que finalmente abres los ojos y me miras. Cuando supero mi embelesamiento inicial al verte despertar, hago algo muy propio de mi: te pregunto si por casualidad eres un sueño o un producto de mi imaginación. Puede que quizás fuese caminando tranquilamente y un matero me haya caído en la cabeza, y en este momento me encuentro inconsciente en el mundo real. Digo, esas cosas pasan ¿no?

     Tu me escuchas divagar sobre las posibles consecuencias de estar dormido (y quejarme de que seguro tengo un gran chichón) y terminas haciendo algo muy propio de ti: te ríes, me dices que estoy loco y me besas. Y ahí quedan todas mis teorías acerca de que eres un sueño. Ningún producto onírico podría transmitirme tal electricidad con tan solo sus labios. Con un beso como con el que comenzó todo. Aunque sin la lluvia y los nervios que existieron la primera vez, pero con la misma intensidad.

     Y así comienza otro día juntos: con un beso y un cuadro cuyo significado hoy parece ser distinto. Otro día en el que te vas metiendo de a poquitos en mi vida, reajustandola de un "yo" a un "nosotros". Otro día en el que aplicar nuestro lema: ser felices sin importar nada ni nadie, ser felices siendo nosotros. Otro día para construir esta historia y ver a donde nos lleva. Y aunque pareciera que nos conocimos por simple casualidad, siempre he pensado que todo pasa por algo, que todo tiene una causa; y para no hablar de destino prefiero decirte que eres mi más bonita causalidad.

domingo, 30 de octubre de 2016

Despedida

     Nunca dejará de sorprenderme lo rápido que pasa el tiempo. Los segundos se convirtieron en minutos, horas, días, semanas, meses y, finalmente, en años. Tantos, que no soy capaz de decir en qué momento nos encontramos.

     ¿Eres capaz tú de recordarlo? Si es así, me gustaría que me refresques la memoria. Tal vez importe poco, o tal vez mucho. No lo sé, pero al menos me permitiría conocer el punto exacto en que mi vida dejó de ser la misma que conocí durante años. El día en que tú entraste en ella.

     Aunque no puedo precisar ese instante, sin lugar a dudas inició una reacción en cadena única en mi existir. A veces me pregunto si en algún punto llegaste a entender la forma en la que pusiste mi universo de cabeza. La forma en que moldeaste mi día a día, tan solo siendo tú. La forma en la que generaste que me enamorara de ti sin darme cuenta, hasta que no había vuelta atrás. A veces, me pregunto si yo mismo lo comprendo del todo.

     Pensar en ti me trae tantas imágenes a la mente, que llego a creer que de cerrar los ojos y extender mi mano podría tocar tus manos, tu pelo, tu rostro... Tu rostro. ¿Cuántas lagrimas sequé mientras rodaban por él? ¿Cuántas sonrisas vi crecer y formar esas pequeñas marcas junto a tu boca? ¿Cuántos besos deposité en tus mejillas? Pero la parte cruel de los recuerdos es que, por más reales que nos parezcan, tan solo son fantasmas del ayer que, de intentar tocarlos, simplemente se difuminan y nos regresan a la realidad.

     Alguien me preguntó una vez cual era mi mejor recuerdo contigo y, aunque lo intenté con todas mis fuerzas, no fui capaz de responderle nada. No porque nos falten, sino porque nos sobran. ¿Cómo podría tomar tan solo uno? Antes de que la mayoría siquiera imaginara que soy capaz de escribir un texto, tú ya afirmabas que algún día existiría un libro con mi nombre en el autor. Y mi respuesta nunca varió: que si eso pasaba, entonces tu nombre estaría en la dedicatoria. Pues bien, tan solo con la suma de nuestros momentos juntos, ese libro podría existir.

     Pero ¿podría narrar de forma adecuada cada segundo a tu lado? ¿podría recoger tan solo con palabras momentos que ni yo mismo sé explicar? ¿podría englobar todo el universo que gira alrededor de ti, en algunas páginas? Estoy casi seguro de que no. Definitivamente no soy tan buen escritor. Definitivamente no existe ninguno tan bueno. Así que me conformaré con tomar unas pocas gotas del mar de cosas que quiero decirte, y dejarlas caer en textos como este, hechos sobre ti y para ti.

     Gracias. Esa es la palabra que más me viene a la mente cuando pienso en lo que te diría de tenerte cara a cara de nuevo. Gracias por entrar en mi vida. Gracias por regalarme un número tal de risas, que las arrugas junto a mi boca son hoy en día un poco más profundas. Gracias por tenderme tu mano en ocasiones donde pensé que el mundo se derrumbaría a mi alrededor, o por sentarte a mi lado cuando me negué por completo a levantarme en ese momento. Gracias por aceptar este infinito abanico de defectos. Gracias. Sencillamente gracias.
     
     Nunca dejará de sorprenderme lo rápido que pasa el tiempo. Los segundos se convirtieron en minutos, horas, días, semanas, meses y, finalmente, en años. Tantos que no soy capaz de decir en qué momento nos perdimos. 

     ¿Era posible prever que teníamos fecha de caducidad? No lo sé. Pero ¿si no vi como crecían los sentimientos, podría ver en que momento la cuenta atrás daría 0? Y más allá, ¿me habría importado? ¿habría cambiado al menos un segundo a tu lado, para suavizar el inminente golpe? Creo que aun de haber sabido que veníamos con punto de cierre, habría hecho todo igual. Aunque... no, no todo. De haber sabido que en un punto serías solo un recuerdo, te habría abrazado mucho más; habría exprimido el doble cada instante contigo; habría fijado aun más cada línea de tu silueta; te habría dicho "te amo" mucho más seguido, y no hubiese asumido que lo sabías.

     Pero si de algo somos dueños en esta vida es de nuestras decisiones y, nos gusten o no los resultados, una vez tomadas no las podemos cambiar. La franja que hoy en día nos separa, fue impuesta por la vida, y poco habríamos logrado oponiéndonos a fuerzas que escapan de nuestras manos y entendimiento. Así que hoy en día solo nos queda sonreír al pensar en todo lo que solo nosotros dos conocemos por completo.

     Y aunque no tengo el valor de hablarte de frente, y aunque no sé si algún día leerás esto; solo quería decirte que lo logré: continué con mi vida. Hoy puedo pensar en ti sin sentir una punzada en el pecho; hoy puedo imaginar mi vida con alguien más a mi lado; hoy solo eres una parte de mi pasado, hermosa y que jamás podré olvidar. Como dije, podría escribir un libro con nuestra historia; y aunque no sabría por donde iniciar, sé que hoy le coloco el punto final.

domingo, 7 de agosto de 2016

Te busco

     Te busco en lo momentáneo del hoy. Entre cada uno de los miles de pasos que doy. Entre cada una de las palabras que escucho y las que digo. Entre cada calle que atravieso. Entre cada mirada que conecta con la mía. Entre cada desconocido que me cruzo. Entre cada respiración que llevo a cabo.

     Te busco en lo intangible del ayer. Entre cada promesa pronunciada. Entre cada susurro apenas oído. Entre cada rayo de sol que alguna vez tocó una piel. Entre cada reflejo de luna que fue faro, incluso en la noche más oscura. Entre cada éxito. Entre cada derrota.

     Te busco entre lo efímero del mañana. Entre cada sueño del porvenir. Entre cada imagen cambiante del futuro. Entre cada conversación que aún no he tenido. Entre cada lugar que aún no he visitado. Entre toda una vida que aún no llega a mí. 

   Te busco más allá de lo que conozco. Entre las lejanas estrellas que ni siquiera soy capaz de contar. Entre las profundas aguas del mar, de fondo tan enigmático. Entre mis vidas anteriores, pues sé que mi búsqueda no se limita a ésta. Entre lo más recóndito de mi ser: ese que ni yo mismo conozco bien.

     Te busco entre las cosas más fugaces que me rodean. En ese pequeño beso de una pareja feliz. En la suave brisa que me desordena el cabello. En la sonrisa inocente de un bebé. En el pequeño capullo que regalará una nueva mariposa al mundo. En el sonido de la lluvia.

     Te busco entre las cosas más magníficas. En la inmensidad de una montaña. En lo infinito del cielo. En la energía de un rayo. En la fuerza de un río. En la profundidad de cada bosque. En lo poderosa de una motivación. En  las líneas de cada libro. En la letra de toda canción.

     Te busco con el anhelo de por fin tenerte. Con el miedo de no merecerte. Con la añoranza de sentirte entre mis brazos. Con la incertidumbre del momento en que por fin contemple tus ojos. Con la convicción de no rendirme. Con la seguridad de encontrarte.

     Te busco tanto que me pierdo a mi mismo. O tal vez nunca me he tenido realmente al no tenerte a ti. Quizás mi razón de estar en este mundo caótico, y tantas veces sin sentido, es únicamente hallarte. Como el despeje final de toda ecuación, puede que así des sentido a mi existir.

     Y aunque por el momento mi búsqueda no me ha regalado frutos, sé que estás ahí, en medio de la gente y del mundo, en algún lugar en el que, más pronto que tarde,  coincidiremos, pero por ahora solo quiero pedirte que me esperes, y que sepas que sin importar nada yo te busco.

domingo, 24 de julio de 2016

Hasta luego

     Abrazos. Deseos. Palabras. Lágrimas. Maletas. Nudos en la garganta. Mosaiquillos de colores variados en el suelo. Boletos. Más lágrimas. El sonido de aviones. Listas de llegada y salida. Una fila de gente. Y, finalmente, esa puerta con detector de metales que cruzamos,  solo si así lo indica el papel en nuestras manos. ¿Les suena conocido? 

     A diario, éste es el panorama de incontables venezolanos que, entre la extraña mezcla de tristeza y anhelos,  melancolía y esperanza, deseos y añoranza; abandonan la tierra que los vio nacer, en busca de nuevos horizontes. Pero puedo asegurar, sin temor a equivocarme, que en la mayoría de los casos no se trata de una decisión tomada por gusto sino de cara a la necesidad; como último medio para saltar el abismo al que día a día es empujada nuestra nación.

     Aquel que con un ticket, que solo marca la ida, recorre el conocido camino de mosaiquillos multicolores y cruza la ya mencionada puerta, deja tras de sí mucho. Deja familia. Deja amigos. Deja amores. Deja los sueños con los que todos crecemos en nuestra tierra. Deja las ciudades que lo vieron crecer. Dejas las calles que recorrió para ir a estudiar, a trabajar o simplemente para pasear. Deja su vida, en busca de una nueva.

     ¿Pero qué otra opción tenemos ante la situación que nos arrastra a las más negras profundidades? ¿Qué más podemos hacer cuando todo ámbito de desarrollo humano posible ha sido pisoteado sin piedad por aquellos que debían preservarlo? ¿Qué otro camino nos queda aparte del auto-exilio, cuando sin importar cuanto amemos nuestro país, éste se ha convertido en un puerto pirata donde solo el más fuerte puede sobrevivir? Si alguno lo sabe, con gusto lo escucharé.

     Cada día nos hemos acostumbrado más a ver como aquellas personas que nos importan, y que ocupan lugares especiales en nuestra vida, emprenden viajes para buscar hacer de un nuevo punto del globo terráqueo su hogar. Nosotros mismos consideramos muchas veces la posibilidad de tomar lo que podamos y reiniciar de nuevo en cualquier lugar que nos ofrezca mejores oportunidades.

     Pero la costumbre y repetición cada vez mayor de este proceso no altera el cúmulo de sentimientos y sensaciones que nos llenan al despedir a un ser querido. La alegría de que abre las puertas de un mejor futuro, no sustituye la tristeza de saber que alguien que nos importa ya no estará tan cerca como siempre. Los deseos de éxito que proferimos, no quitan todos los recuerdos compartidos y que se manifiestan en forma de lágrima o nudos en el pecho. Incluso la tecnología de hoy, que nos permite estar en contacto instantáneo, jamás puede arropar a la energía que nos transmite un abrazo.

     Pero lamentablemente es así: vemos familias fragmentadas con sus miembros dispersos; amistades que durante años fueron irrompibles, separadas por fronteras y mares; parejas que se aferran a sus sentimientos, buscando la forma de volver a sentir el calor de su amado.

     Pero aún con este negro panorama, me niego a que perdamos la esperanza. Como dice la popular canción: "no hay mal que dure mil años, ni cuerpo que lo resista". En lo más profundo de mi ser, sé que en algún momento las cosas mejorarán. Los humanos tenemos una extraña capacidad de siempre encontrar la forma de reponernos hasta de las peores caídas. Por eso sé que más pronto que tarde volveremos a pisar los variopintos cuadros de cerámica, pero esta vez para abrazar a cada hermano, padre o amigo que regrese. Por eso, aun cuando a diario extraño a cada una de las personas que se han ido, me niego a decirles adiós, tan solo les deseo que sea un hasta luego.

domingo, 17 de julio de 2016

Mil y un rostros

     Esa es la promesa que quiero hacerte hoy: tener para ti mil y un rostros diferentes. Y no por capricho, sino para adaptarme a cada uno de tus días. El primero que quiero que conozcas es mi cara de total sinceridad, con la cual te aseguro que nunca mis promesas serán en vano, que cada palabra que te diga será totalmente sincera, que de mí siempre podrás esperar la verdad. 

     Sé que hay momentos en que la alegría abandona tu rostro y la melancolía ronda a tu alrededor. Y es ahí donde podrás contar con mi mejor cara de payaso y mi selecto repertorio de chistes malos para devolver la sonrisa a tu cara. Es lo mínimo que puedo hacer para agradecerte que esa misma sonrisa ha hecho de mi mundo, un lugar mejor.  

     Cuando tus metas se conviertan en logros, tendrás siempre mi cara de orgullo. Conozco mejor que nadie la forma en la que a diario buscas superarte y ser un poco mejor. Aunque no te lo he dicho, realmente te admiro. Si tuviese que definirte en ese aspecto sería: 90% de perseverancia y 10% de terquedad. Aun cuando parece que ya ha llegado el momento de rendirse, tú te niegas a hacerlo y terminas alcanzando lo que te propones. 

     A diario quiero que conozcas mi cara de pintor y de arquitecto. Prometo esforzarme en todo momento para construir un mundo diferente al que conoces. Un mundo donde los colores te rodeen de tal forma que no sepas donde comienza uno y termina el otro. Un mundo donde cada uno de tus sueños se materialice; y así como los planos son la base todo arquitecto, así quiero que tus ilusiones sean el inicio de ese mundo donde solo conozcas la felicidad. 

     Trataré de evitarla, pero puede que algunas veces conozcas mi cara de celoso. A diferencia de los piratas que enterraban su tesoro lejos de los ojos del mundo, yo no puedo evitar que tu perfección sea notada por otros ojos distintos a los míos. Existe una parte egoísta de mi ser que siente que no tenemos por que compartirte con nadie, que eres nuestro más hermoso diamante, y solo nuestro. Pero otra gran porción de mí le recuerda que si nos elegiste fue por algo y que, además, no debemos olvidar esa peculiar habilidad que tienes de siempre caerle bien a la gente. 
      
     Sé que a veces la vida nos colocará pruebas que debemos superar, y que tal vez parezcan imposibles de lograr. Pero en ese caso, más que colocarme un rostro, será una armadura la que vista. La armadura del más valeroso de los caballeros; que sin temor a nada se lance a la batalla con tu mirada como estandarte. Sin dudarlo lucharé las veces que sea necesario contra el dragón de las dificultades, y siempre que intente levantarse en medio de nosotros, me encontrará aún  más fuerte y listo para hacerle frente nuevamente. Al fin y al cabo, una princesa como tú, se merece al mejor de los caballeros. 

     Si escribiese sobre cada rostro que quiero que conozcas, puede que no terminase jamás. Así que por último quiero presentarte el más importante. El rostro con el que escribo estas palabras, el que tú has ido construyendo tan solo siendo tú. El rostro que me hace tan feliz: el de tu eterno enamorado.

domingo, 10 de julio de 2016

Hoy es diferente.

     Ayer te vi desde lejos nuevamente. Sigues tan hermosa como siempre. Juraría que tu cabello está un poco más corto. Y, si no me equivoco, has cambiado el color de tu labial por uno algo más intenso. Llevabas ese suéter rosado que te hace lucir tan tierna. Aún recuerdo la primera vez que te vi usarlo: fue necesaria toda mi fuerza de voluntad para no abrazarte y besarte. Tus deportivos siguen igual de sucios como siempre; creo que nunca dejará de sorprenderme que, siendo tan meticulosa para todo, des tan poca importancia al estado de tus zapatos. Es de esos pequeños detalles que, sin lugar a dudas, te hacen tan única.

     Juro que pensé en acercarme y saludarte. Podría haber preguntado sobre tu cabello y quizás hacerte algún cumplido que te sonrojara, o tal vez formular un comentario gracioso que te hiciera reír. Cualquiera de las dos opciones hubiese bastado para alegrar mi día. El rubor de tus mejillas es tan sublime que siempre he estado seguro de que si un artista se decidiese a pintarte, por muy hábil que fuese, no encontraría en su paleta los colores necesarios para hacer honor al suave carmín de tu rostro. Por otro lado, hay personas fanáticas del rock, otros tantos prefieren el merengue, y un buen número es seguidor del heavy metal; pero para mí es mucho más sencillo: no existe mejor melodía para mis oídos que tu risa.

     Pero como siempre me superó el miedo y simplemente seguí con mi camino; odiándome por dentro por ser tan cobarde que ni siquiera me atrevo a iniciar una conversación contigo. Nunca he logrado comprenderlo. Todos lo que me conocen saben que soy alguien muy extrovertido. Hay quien llega incluso a considerar molesta mi capacidad de nunca callarme. A menos que se trate de ti. El verte se siente como si me robasen todo el aire de los pulmones, secaran mi garganta y agregaran un par de kilos a mi lengua. Incluso puedo asegurar que mis neuronas se apagan: hasta pensar se torna absurdamente complicado. 

     Sin importar cuanto intente concentrarme y proseguir como si nada, es más que obvio la forma en la que me descoloca tu presencia. Sería más fácil mantener mi neutralidad si no fueses tan perfecta. Tu belleza sublime. Tu forma de vestir, casual pero que siempre combina. Tu forma de caminar tan despreocupada. Tu capacidad de siempre ser capaz de decir algo ingenioso. Tu brillo en los ojos cuando algo te gusta. Tú... simplemente tú. Sin lugar a dudas Dios estaba inspirado el día que te creó.

     Pero no más. Este día es diferente. Sin importar nada, hoy haré lo que no me he atrevido a hacer durante años: me acercaré a ti. Una de las ventajas de que compartamos universidad, y de que la misma sea bastante pequeña, es que he podido ir aprendiéndome tus horarios. Así que falto a mi última clase del día, y me siento en la pequeña plaza que hay frente a tu salón a esperar que termine tu curso de inglés. Tan solo son 30 minutos, pero los siento como si de años se tratase. No logro distraer la mente con nada: ni la pequeña ardilla que juega en la fuente, ni el cantar de un turpial solitario entre las ramas, ni siquiera la lucha que entablan dos escarabajos en la base de un árbol. Aunque lo intento siempre termino observando la manija de la puerta del salón que nos separa. Hasta que finalmente se abre: tu clase terminó.

     Eres la tercera en salir, pero te quedas junto a la puerta hablando con tus amigas. Rayos. No consideraba acercarme a ti estando ellas. ¿Tal vez podría intentarlo otro día? ¡No! Sé que pasarían meses antes de volver a reunir el valor necesario para siquiera pensar en hablarte. Así que, sin más excusas, comienzo a caminar hacia ti. Son exactamente 26  pasos los que debo dar. Lo sé porque en mi intento de no enloquecer (o huir) durante mi media hora de espera, los conté un par de veces.

    Faltan 20 pasos. Y las dudas comienzan a revolotear en mi cabeza. Tal vez te caigo mal, o puede que ni siquiera sepas de mi existencia. Puede que tan solo sea otro nombre con el que has compartido algunas clases, pero que ni has mirado. Aún así sigo caminando.

    15 pasos. Mis manos comienzan a sudar y estoy seguro de que mis piernas tiemblan un poco. Oh genial. Solo falta que tropiece y me caiga en frente de ti. Seguro que eso te haría reír... y a mí me obligaría a mudarme a Tijuana. Trato de retomar el control de mi cuerpo y sigo adelante.

    8 pasos. Levantas la mirada y tus ojos contactan con los míos. Y como si de una inyección de adrenalina se tratase, mi corazón comienza a latir con la furia del más brioso de los corceles. Mis pulmones expulsan todo el aire en un suspiro. Y mi cuerpo parece haberse olvidado de que la gravedad es constante, porque comienza a pesar 5 o 6 veces más de lo que recuerdo. Como si no fuese suficiente con todo eso, mi mente grita con todas sus fuerzas que esto fue una mala idea, y que aún podemos dar la vuelta. Pero mi subconsciente toma el control y me hace caminar ya por simple inercia.

    5 pasos.Y hasta ahora caigo en cuenta de que no sé qué te diré. 

    4 pasos. Intento desesperadamente que mi anatomía vuelva a estar bajo mis órdenes. 

    3 pasos. Tus ojos no han dejado de seguirme.

    2 pasos. Si no estoy sufriendo un ataque de pánico, es algo idéntico.

    1 paso. Me encuentro frente a ti. Ya sin lugar a dudas no hay vuelta atrás.

    Finalmente sucede. Nos encontramos frente a frente. Tu cara es una muestra total de curiosidad. Mi mente me ha traicionado y se niega a colaborar. Y no estoy muy seguro de que mi cuerpo no lo haya hecho también: luego de pasar años imaginando qué te diría cuando llegara este momento, mi gran discurso se resume en un "hola"... que se va acompañado de un gallo. Es el fin, game over. O eso pienso. 

    Con una pequeña sonrisa me devuelves el saludo, y preguntas cómo estoy. Al parecer no he sido tan invisible para ti como siempre pensé. Con cada palabra me siento más cómodo y poco a poco retomo la firmeza que me caracteriza al hablar. Los segundos se sustituyen por minutos en un abrir y cerrar de ojos, la conversación fluye de una forma tan natural que me sorprende. Finalmente tu celular suena: tus papás ya llegaron a buscarte. Y, contrario a todo pronóstico, antes de irte me das tu número de teléfono "para continuar la charla". Simplemente el mejor resultado que pudiese pedir.

    De este glorioso día, ya han pasado 2 años. Pero lo que sucedió en medio, es historia para otro día.

domingo, 3 de julio de 2016

El mundo al revés

     Hoy me desperté un poco desorientado, pues tuve un sueño que me llamó mucho la atención. Por eso lo primero que hice fue encender mi laptop y concentrarme en relatarles mi experiencia onírica. Soñé con un mundo tan similar, pero a la vez tan distinto al nuestro, que solo se me ocurrió llamarlo "El Mundo al Revés". Describirles esta Tierra alterna es una tarea bien complicada, pero trataré de hacerlo lo mejor posible.

     En el mundo al revés, lo primero que captó mi atención es que no existen los países. Los humanos no se agruparon por su color de piel, o por el continente del que procedían, ni siquiera por la tribu a la que pertenecieron en principio. No. Eligieron un sistema mucho más sencillo: fundaron una nación por su color de sangre; y ya que, sin importar de que rincón del mundo vengas, tu sangre siempre será roja, todos terminaron siendo ciudadanos de la misma nación, que adoptó el nombre del planeta: todos eran hijos de la Tierra.

     En el mundo al revés, no existe la política, ni los líderes, ni los reyes. A diferencia de nuestra propia historia, en la cual siempre ha habido poderosos hombres que se han levantado por encima de los demás, en ese mundo todos las personas son semejantes y se encuentran en el idéntico nivel de poder, teniendo la misma oportunidad de expresar su opinión y de decidir sobre el rumbo del planeta que les pertenece a todos por derecho.

     En el mundo al revés, no existen las guerras. Tal vez motivado en que todos se identifican como hermanos de sangre roja, o tal vez en que parece ser que nuestras contra-partes han tomado mejores decisiones que nosotros; en esta realidad alternativa la humanidad no se ha pasado más de 6000 años luchando batallas sangrientas, para resolver conflictos absurdos o personalistas. Pero los hijos de la Tierra también tienen diferencias de opinión que deben ser resueltas, por eso cuando la tensión alcanza picos insostenibles, las personas en disputa fijan el evento que lo resolverá: un partido de fútbol, un duelo de bandas musicales, o un concurso de pinturas. Y como todos disfrutan de estos espectáculos, al final los contendientes han olvidado incluso por qué discutían.

     En el mundo al revés, no existe la pobreza ni el hambre. Su Tierra (tan rica como la nuestra), es lo suficientemente amplia y fértil como para dar de comer a cada uno de sus hijos; o como para ceder un fragmento de la misma, donde se pueda erigir un hogar. Al ser parte todos de la nación terrestre, cada persona da el 100% de sí mismo para que esta prospere y mejore cada día. Las personas de este mundo han comprendido que la vida humana vale más que cualquier seda o piedra preciosa; y por eso las amplias riquezas de las que dispone su planeta han sido invertidas en llevar el progreso a su sociedad en cada centímetro del orbe terrestre por igual.

     En el mundo al revés, "Amor" es la palabra más seria que puede alguien pronunciar. Creo que tiene que ver con que, por algún motivo, su significado ha calado más profundo sin importar el contexto en el que se utilice. Las familias realmente se aman: ninguna madre lucha sola por salir adelante con sus hijos, ni ningún niño espera sin frutos que sus padres lo abracen antes de dormir. Las personas realmente se aman: nunca un hijo de la tierra ha acabado con la vida de otro. Como ya dije, realmente comprenden el valor de la vida humana y el respeto que se debe tener por algo tan grandioso. Las parejas realmente se aman: las relaciones no son simples encuentros fugaces o un par de palabras susurradas a la luz de la Luna; sino que representan una verdadera unión de dos vidas y un esfuerzo total por hacer crecer ese amor.

     Podría seguir hablándoles de este peculiar viaje, pero prefiero cerrar con una pregunta: Luego de leer sobre ese mundo ¿Quiénes estamos al revés?

domingo, 26 de junio de 2016

Carta a una desconocida

     A veces me pregunto si lees mis escritos. Y si lo haces ¿sabes cuáles han sido inspirados en ti? Supongo que sería mucho más fácil simplemente decírtelo, o colocar tu nombre. Pero prefiero que sea así, el anonimato le confiere cierta privacidad a mis palabras, te mantiene en una parte de mi vida que, aunque se puede leer, no se puede comprender del todo para quien no la vivió. Al fin y al cabo, siempre quedará la interrogante: ¿Qué tanto de mis palabras lleva tu nombre entre líneas? ¿qué porción es tomada de experiencias ajenas? y ¿qué fragmentos son simplemente reflejo de mi imaginación y mi capacidad de inventar?

     Cuando se trata de ti, mi cerebro adopta la estructura del mayor de los huracanes: tu imagen en el centro del torbellino, y un millar de ideas/recuerdos/pensamientos/preguntas girando a tu al rededor de una forma tan vertiginosa que me deja mareado aun cuando estoy sentado. El sentido común dicta que debería alejarme de esa peligrosa espiral, pero ¿qué se yo de sentido común? Con la fuerza con la que un niño se ve maravillado y atraído por las explosiones de fuegos artificiales a su al rededor; así me veo yo cautivado hacia la imagen central en esa tormenta: tú.

     Tú, en tu imperfecta perfección. Nos pasamos la vida buscado esa palabra a nuestro paso: perfección. Pero yo la hallé en ti cuando pude comprender que realmente nuestro concepto de una realidad sin fallas, sin errores, sin máculas, es tan utópico como falso. La verdadera perfección tocó las puertas de mi vida cuando pude sumar todos tus detalles; y amar cada uno de ellos: esa capacidad de siempre llegar tarde, tu mal humor ocasional o tu negación a hablarme simplemente porque no te gustó el final de un libro. Cada una de esas cosas (y de todas aquellas que no incluyo en la lista) te diferenciaban del resto del mundo, te hacían única, generaban esa persona que me pareció tan natural amar.

     Tú, con tus brazos que siempre se sintieron como mi hogar. Al estar entre ellos me sentía tan invencible como el más poderoso de los titanes. No existió tristeza que no se viese espantada de mi vida al verse envuelta por el calor que emite tu cuerpo. El que dijo que el tiempo obedece a las leyes de la física, nunca te abrazó. Aunque el reloj insista en que pasaron horas, puedo jurar que tan solo fueron unos segundos. Supongo que necesitaría una vida para estar conforme con uno de tus abrazos: al mejor estilo de una sustancia adictiva, siempre me dejaron deseando más.

     Tú, construyendo ese mundo en el que siempre fui tan feliz. Como si del mejor pintor se tratase, tomaste ese lienzo en blanco que era mi vida y la fuiste llenando de color, de líneas, de figuras; hasta obtener una obra maestra. Cada sonrisa, cada momento, cada beso e incluso cada discusión fue añadiendo capas, hasta que nos encontramos en nuestro propio paraíso en 3D. Desde ahí sentía que podíamos lograr lo que quisiéramos, que el mundo estaba al alcance de nuestras manos, que al estar juntos no había ninguna fuerza capaz de detenernos.

     Tú, lejos de mí. Ya que ni siquiera nuestro pequeño Edén fue capaz de detener el avance de un enemigo tan silencioso que solo lo vimos cuando lo tuvimos en frente: la vida y sus vueltas. Me gusta pensar que llegó a envidiar tanto nuestra felicidad juntos, que se opuso en venganza. O tal vez simplemente nuestro caminar en paralelo venía con fecha de expiración. No lo sé, pero es un hecho que hoy te encuentras fuera de mi alcance por factores que no podemos cambiar... al menos por ahora. Tal vez simplemente soy alguien muy optimista, tonto o testarudo; pero creo que la vida solo nos ganó una batalla, mas no la guerra: y que tal vez, en algún momento, podamos tener nuestro derecho a réplica y reconstruir ese mundo que dejamos atrás. O puede que tal vez seamos un capítulo feliz pero concluido en la historia de nuestras vidas. Tan solo el tiempo lo dirá.

     En fin, son solo palabras que podrían o no, ser escritas para alguien. Por eso prefiero terminar mi escrito diciendo que esto es tan solo la carta a una desconocida.

domingo, 19 de junio de 2016

Angelito Cruel

     Lo bueno de la soledad es que te permite poner las cosas en perspectiva. Cuando te encuentras solo contigo mismo, sin el ruido del mundo bloqueándote los pensamientos,  puedes apreciar aspectos de la vida que antes parecían no estar ahí. Supongo que por eso debo darte gracias, hoy creo ser alguien un poco más fuerte, o que al menos se conoce algo mejor a si mismo, y todo te lo debo a ti.

     Pero vayamos al principio de todo. Siempre he dicho que toda experiencia de vida es un aprendizaje que nos hace crecer como personas; sin importar que sea agradable o no, no existirá ocasión en la que no nos deje una huella, por pequeña que sea. También he manifestado a lo largo de mi existencia que si algo te hizo feliz en un momento, vale la pena recordarlo, a pesar del desenlace que haya tenido. Pero al tratarse de ti ¿cómo te defino? ¿me aferro a los buenos momentos o englobo todo en una gran mentira?

     La gente suele decir que una cara bonita puede ser suficiente para que cualquier hombre pierda de vista el norte de su caminar, o para que se estrelle con más fuerza que nunca. Siempre pensé que era solo un dicho tonto y sin sentido. Aunque tal vez tiene cierto grado de razón. Quizás fue la inocencia de tu rostro, lo dulce de tus palabras, lo cálido de tus brazos y lo embriagante de tus labios, lo que construyó esa burbuja en la que me envolví, aislándome del mundo; pero que se rompió con tal facilidad.
   
     Hoy, al mirar hacia atrás, no soy capaz de comprender si cada sonrisa a tu lado, si cada abrazo, si cada beso, fueron solo parte de esa gran actuación que representabas y en la cual fingías muy bien quererme; o si al menos uno fue sincero: si realmente logré hacerte sonreír con alguna de mis tonterías, si uno de mis abrazos logró transmitirte calor, o si al menos uno de mis besos fue para ti más que el simple roce de otros labios. Y la verdad es que no lo sé.

     Podría aferrarme a la idea de que al menos por un tiempo signifiqué algo para ti, o podría entregarme a la amargura de saber que no fui más que tu juguete mientras el cronómetro se acercaba a cero. Es difícil tomar partido cuando mi cerebro y mi corazón siguen discutiendo. Es cierto que al final me clavaste un puñal que sencillamente rompió algo muy dentro de mí; pero también es cierto que al estar conmigo tus ojos se iluminaban de una forma que sencillamente me amarraba a ti un poco más con cada mirada ¿Se puede fingir eso? ¿puede alguien lograr generar una máscara tan eficaz? ¿Sí? ¿No?... simplemente no lo sé. Tal vez solo era yo que reflejaba mis sentimientos en ti. Como sea, esa interrogante queda en el aire.

     Reconozco que a veces siento el impulso irrefrenable de buscarte, de mirarte a esos ojos, que tanto disfrutaba contemplar, y pedirte una explicación. Tal vez sería más fácil seguir adelante si pudiese comprender la verdad, si pudiese despejar de dudas mi mente... aún cuando el resultado no fuese de mi agrado. Pero no lo haré, a veces debemos cerrar un ciclo de forma forzosa y sencillamente seguir adelante.

     Lo único que puedo afirmar de todo esto es que, sin lugar a dudas, lograste marcar mi vida de una forma totalmente distinta a cualquier otra. Con muchas personas me había cruzado en mi transitar por el mundo: algunas buenas, y otras malas, para bien, o para mal, sencillas o complejas. Pero al intentar definirte a ti no soy capaz de decir si me topé con un demonio hermoso, o simplemente con un angelito cruel.

domingo, 12 de junio de 2016

Suelta el ancla

     En la vida tendremos éxitos y decepciones en una proporción casi idéntica. Nuestro paso por el mundo no es más que un continuo aprendizaje de nuestros errores, más que una cuenta de las veces que caemos y las que nos levantamos, más que nuestra voluntad de nunca dejar que la vida nos gane en este partido; todo eso define que al final, la tabla de posiciones nos coloque como ganadores o derrotados. Y, por supuesto, el amor y las relaciones no podrían ser la excepción.

     Solo es cuestión de observar cómo esta fuerza ha moldeado el mundo y nuestra concepción del mismo: por amor se libró la guerra de Troya, que enfrentó a dos grandes imperios durante 10 años en una encarnizada lucha, en la que el único premio era una hermosa mujer; por amor se edificó el Taj Mahal, que sin lugar a dudas es una de las construcciones más hermosas que se han creado sobre nuestro planeta; por amor se escribieron historias que siguen siendo inspiración para las nuevas generaciones, a pesar de tener siglos: sin importar la edad todos conocemos a los trágicos enamorados Romeo y Julieta.

     Pero partiendo de los amantes de Shakespeare podemos formular una pregunta: ¿Sale siempre victorioso el amor? Si recordamos la inmortal novela, sus protagonistas murieron como muestra de lo mucho que se amaban y como forma de oponerse a las fuerzas externas que se cernían sobre ellos y amenazaban con poner fin a su historia juntos. Ese simple ejemplo nos permite establecer que muchas veces son factores externos los que golpean una relación y la empujan al abismo; pero sin olvidar que la misma cantidad de veces son nuestros demonios internos los que terminan rompiendo la cúpula que sustenta la relación.

     Sea cual sea el motivo hay algo que sí debemos recordar: a diferencia de Romeo y Julieta, o del descorazonado Werther; la gente común no va por la vida suicidándose ante las dificultades amorosas. ¿Significa eso que los personajes literarios aman más que nosotros? La verdad es que no, no se debe olvidar que todas estas creaciones existen hoy en papel, porque primero existieron en la mente de sus creadores en forma de ideas; y toda idea esconde un sentimiento intrínseco. Así pues, me atrevo a decir que sin lugar a dudas todo dolor de tipo romántico, trae consigo un sufrimiento inminente e inevitable. Cada quien lo maneja a su manera, existen personas más fuertes que otras, y eso es una realidad. Pero toda persona que realmente tiene un sentimiento y de repente lo ve roto, sentirá desvanecerse algo dentro de sí. No importa si sientes que se quiebra una pequeña ventana, o que se derrumba toda la casa dentro de ti: en cualquiera de los dos casos el dolor está ahí.

     Me gustaría poder dar el secreto para evitar esa realidad, pero no tengo ni idea de si al menos existe tal fórmula mágica.  Lo que sí puedo afirmar sin miedo a equivocarme es que el dolor es pasajero, sin importar lo fuerte que sea, disminuirá con el tiempo. En toda relación existen momentos que podemos atesorar y recordar, momentos felices capaces de sacarnos una sonrisa aún después de que todo ha terminado, puntos de plenitud total en nuestra vida que nadie puede borrar. Muchas veces nosotros mismos somos causantes de nuestra propia tristeza al cometer dos errores: olvidar todo lo bueno que existió en su momento y eliminarlo solo porque terminó; o aferrarnos a estos momentos como si con eso pudiésemos lograr que vuelvan, aún cuando sabemos que ya llegaron a su fin.

     En fin, si bien la tristeza, al ver cerrarse un ciclo en el que éramos felices, es inevitable, mi consejo es simplemente dejar que el tiempo pase y con su correr cure nuestras heridas, permitiéndonos recordar solo las cosas buenas que en su momento nos hicieron felices; pero sin volverlas un amarre que nos mantenga presos e inmóviles en un pasado que culminó. Todo barco necesita un ancla, algo que lo mantenga estable cuando se encuentra en un puerto, pero si no la levanta, jamás podrá reiniciar su camino y buscar nuevos horizontes. Por eso permite que los buenos momentos sean un tesoro que lleves contigo; pero si comienzan a envolverte de una forma negativa, solo recuerda: suelta el ancla.

domingo, 5 de junio de 2016

Amor, Locura y Muerte

     Al comenzar el movimiento literario del romanticismo, todo buen seguidor de dicha corriente debía tener esos tres elementos en su obra. Pues bien, al mejor estilo del mismísimo Joven Werther, hoy narro mis propias cuitas.

Amor:
     Esa simple palabra presenta tantos matices diferentes, tantas escalas, tantos posibles sentimientos que resulta hasta complicada de entender. Pero, sin lugar a dudas, en uno de sus múltiples niveles lograste ubicarte tú en mi vida. No en vano, aún después del tiempo que ha pasado, sigues generando un vacío en mi estómago al verte… y una gran confusión en mi mente. Conocerte fue el mejor ejemplo de una reacción en cadena: después de contactar por primera vez con tus ojos ya no había vuelta atrás. Cada palabra me acercaba un poco más a ti, cada segundo a tu lado iba definiéndonos, cada abrazo te anclaba un poco más en mi pecho.
      
     Siempre será difícil explicar lo que sientes por alguien, creo que por eso los humanos hemos simplificado las cosas en palabras o frases cortas: te quiero, te adoro, te amo, eres importante, te necesito, etc. Pero pienso que la realidad es que cada una de estas expresiones lleva tras de sí un amplio abanico de pensamientos que realmente no pueden ser englobados en palabras. Si alguien me pregunta que sentí por ti, me dejaría en blanco… Como quedo cada vez que yo mismo me lo pregunto. Pero puedo responder con total convicción que contaba los segundos para volver a verte, que releía hasta el cansancio cada uno de tus mensajes, que me perdía en tus palabras simplemente porque eras tú quien las pronunciaba; que pasaba horas pensando simplemente en cómo hacerte reír; que al finalizar el día me quedaba dormido mientras pensaba en ti, que hubiese luchado hasta el final por protegerte del mundo y hacerte feliz.

Locura:
     Pero así como al llegar la medianoche se acabó el hechizo de la cenicienta, así nuestro reloj marco las 12 y dio fin a esta historia de la que fuimos escritores y protagonistas. La diferencia con el clásico cuento es que, en este caso, nuestra magia no se acabó sola… sino que tú misma apagaste su llama en tan solo un segundo. La razón me resultó tan desconocida en el punto en el que todo sucedió, como me resulta hoy al escribir estas palabras. La realidad se manifestó tan vertiginosamente frente a mí que el golpe me dejó aturdido, mareado, desorientado como nunca lo había estado. Y cuando busqué una respuesta en esa mirada que pensé que conocía, solo encontré el toque final que necesitaba para derrumbarme… y créelo, la caída fue muy dolorosa.

     Que diferente se vio el mundo al salir de la burbuja feliz en la que me encontraba, fue como cambiar del paisaje más colorido que había conocido al desierto más árido que puedas describir; como pasar de flotar en medio del espacio, a sostener el peso del mundo en mis hombros; como caer de las cortes celestiales a las profundidades del tártaro… todo en cuestión de segundos. Y contrario a buscar una salida, cada vez me hundí más en esa espiral. Durante semanas busqué el motivo, la causa, en qué me había equivocado; algo que me explicara o al menos me ayudara a entender por qué me arrojabas a través del vacío sin siquiera dudarlo… y no logré hallar la respuesta.

Muerte:
     Finalmente la sorpresa inicial pasó, el humo se dispersó y mis ideas se asentaron. Pero no mejoré, sino que mis sentimientos anteriores dieron paso a la tristeza, al dolor, a esa sensación de ruptura donde el ancla que te fijaba en mi pecho fue arrancada sin ningún cuidado o delicadeza. Verte pasó de ser el motivo de que sonriera cada mañana a ser el martillo que hundía un poco más los clavos de este sentimiento crucificado. Tu sonrisa, que antaño fuese mi delirio, hoy es un cruel recordatorio de un pasado que culminó y que sé perfectamente que no volverá. Algo tan simple como cruzar un simple “hola” contigo, ha pasado a ser todo un reto para mí; al fin y al cabo, tú has seguido con tu vida y yo… pues yo sigo vivo, o algo parecido a eso.

     De sorpresas está llena la vida, algunas agradables y otras no tanto; pero sin lugar a dudas jamás esperamos que sea justamente esa persona a quien deseamos fervientemente cuidar, la que nos dispare a quemarropa; esa que cada día intentamos hacer reír, la que nos borre toda alegría del rostro; esa que sencillamente queremos, la que nos suma en la amargura y el dolor.



     Y así pues, acá me encuentro, escribiendo todo un cúmulo de sentimientos en tan solo algunas líneas. Y esperando que la vida no me deje tan solo en un amor, locura y muerte; sino que con el paso del tiempo, y la unión lenta pero progresiva de estos fragmentos de “mí” que dejaste al irte, me regale una cuarta palabra que me permita seguir adelante: resurrección.

domingo, 29 de mayo de 2016

Calendarios Rotos

     Hace tiempo que no sonreía sinceramente. La verdad es que había perdido el interés en hacerlo. Las personas dicen que cada golpe te vuelve más fuerte, y tienen razón; pero no advierten que a veces con esa fortaleza viene también la frialdad. Después de mi última decepción todo empezó a parecerme igual: gris, aburrido, sin valor para apreciarlo más de unos segundos. Tras la última caída, que créanme que fue dolorosa, algo se rompió, cambió, se perdió. Ese día me juré a mi mismo que ninguna chama volvería a lastimarme, porque no lo permitiría.

     El sistema funcionaba bastante bien. Es  mucho más fácil vivir cuando dejas de lado todos los problemas que contrae el "amor". Y no lo pongo entre comillas por capricho, sino que jamás logré entender como algo, que según cuentan debe ser maravilloso, va lastimando a tantas personas en el mundo. Si yo fuese el único que se ha quedado con un corazón roto, podría justificar ser una excepción; pero no lo soy. Día tras día veo a personas a mi alrededor sufrir al descubrir que se acabó su magia de 15 minutos, veo promesas de para siempre durar tan solo unas semanas, veo como amores jurados ante la luna ni siquiera se saludan una vez que vuelve a brillar el sol.

     Mi vida se había vuelto simple. Mi tiempo empezó a transcurrir entre mis amigos, mi carrera y trabajo, una que otra fiesta ocasional y algunas conquistas por placer. Mirando hacia atrás, hoy me pregunto si en el proceso de no permitirme otro dolor, no cause algunos yo mismo. Puede ser que alguna de las mujeres que pasó por mi vida realmente esperase quedarse en ella; puede ser que estuviese dispuesta a intentarlo de verdad, puede ser que hasta me quisiera. Pero yo no lo permití, simplemente me sentía bien estando solo.

     Y luego llegaste tú.

     Generalmente las palabras son mi fuerte, fluyen de mí con total facilidad. Pero cuando intento hablar de ti, se me traban las ideas. No sabría decir en qué momento exacto lograste pasar mis barreras de defensa, pero no pareces muy dispuesta a retroceder... y yo no quiero que lo hagas. De un simple mensaje has pasado a ser mi mejor conversación, de unos buenos días a ser mi primera sonrisa en la mañana, de ser una total desconocida a ser esa persona que deseo fervientemente conocer en detalle.

     Como ya dije, no sé en qué momento entraste en mi vida. Tampoco sé en qué momento dejaste de ser una chica más. Y menos que menos sé en qué momento empezaste a importarme de verdad. Pero la realidad es que todo eso pasó y acá estás, dándole color a una vida que llevaba mucho tiempo en blanco y negro, manteniendo en mi cara una sonrisa continua, recordándome lo que son cosquillas en la barriga al ver a ese alguien especial.

     Hay cosas que en la vida suceden por simple lógica, que no hace falta pensarlas mucho para saber que deben ser así. Quererte a ti es una de ellas. Habría que ser idiota para no verlo. Esa sonrisa tuya desarma todo argumento que pueda exponer, el sonrojar de tus mejillas ante el menor piropo me deja la mente en blanco, la dulzura de tus palabras me acaricia y me acuna como la mejor de las melodías. Cerca de ti me siento bien, me siento feliz, me siento vivo. Y una vez que ya no estás a mi lado, solo puedo contar los minutos para volver a verte. Como una adicción, cada vez necesito perderme en tus ojos más seguido.

     Ahora recuerdo por qué  la gente siempre vuelve con el temita del amor: porque los golpes duelen, pero personas como tú alivian hasta la peor de las penas. Gracias a ti, lo comprendo: el problema no es el amor, sino las personas que se cruzan en nuestro camino. Y gracias a Dios tú te cruzaste en el mío. Aunque lamentablemente no por mucho.

    La situación te obliga a irte del país, y por lo tanto de mi lado. Aunque daría lo que fuera por que te quedaras, comprendo que nada puedo hacer, que es algo que nos supera a ambos. Hay realidades contra las que no se puede luchar. Tal vez lo más lógico sería marcar distancia y así amortiguar el golpe que recibiremos cuando llegue el momento en el que debes partir. Tal vez buscar verte como una amiga es el camino más sencillo. Pero me niego rotundamente.

     La gente suele decir que si la vida te da limones debes aprender a hacer limonada. Pues bien, si la vida tan solo nos regala unos meses juntos, que sean lo mejor que puedan ser. No puedo cambiar el hecho de que te vas, y lamentablemente no puedo irme contigo; pero te juro que puedo regalarte lo mejor de mí por el tiempo que nos quede. Prometo hacer que cada segundo valga la pena, y que el siguiente sea aún mejor. Prometo gritarle al mundo que te quiero, y susurrarte al oído que no cambiará. Prometo cada día pensar una forma diferente de hacerte reir. Prometo escribir una tesis sobre las diferentes formas de abrazarte. Al fin y al cabo, si tenemos fecha límite, quiero que podamos sonreir cuando solo nos queden estos recuerdos y las hojas del calendario roto.

domingo, 15 de mayo de 2016

Un viaje fuera de mí

     ¿Alguna vez has estado fuera de tu cuerpo? ¿Sí? ¿No? Como sea. Yo sí lo estuve y es lo que hoy quiero narrar:

     El momento exacto en el que pasó aún es difuso, solo sé que en un punto todo era corriente, y de repente estaba flotando. Una experiencia francamente rara (como toda experiencia nueva), aunque mentiría si no dijera que fue liberadora.

     Como impulsado por un torbellino, salí disparado hacia arriba, y vi cómo todo se iba haciendo más pequeño: casas, cuadras, ciudades, países... hasta que al final pude ver la silueta de los continentes. Un escalofrío me recorrió el cuerpo, pero tan solo duró un segundo. Al sol me acerqué y pude sentir el calor que me llenaba el cuerpo. Y, para agradecerle, conversé con él un rato. Me contó que estaba muy triste, pues a su amada cada día extrañaba. Pero sonrió cuando le recordé que al menos en cada eclipse se encuentran, y por unos minutos vuelven a estar juntos.

     Para aliviar su pena acepté llevar un recado a la Luna, quien, no pudiendo contener la emoción de tener noticias suyas, me reveló un secreto: que las estrellas que la acompañan cada noche en su pena, no son más que las promesas de amor que a diario nos hacemos los humanos; y que solo contemplándolas es capaz de esperar noche tras noche por su amado astro. Me ofreció quedarme a su lado y leer juntos cada estrella; solo me pidió que mantuviera el contacto entre ella y el sol. Gustoso habría aceptado, pero tu rostro vino a mi mente y sin dudarlo me negué, ya que solo contigo quiero contemplar las estrellas y buscarles un significado.

     Acabado mi peculiar encuentro recordé que mi lugar es en la tierra y en picada me abalancé, pero calculé mal mi caída y en medio del mar terminé. Posiblemente me habría perdido en su inmensidad, si una sirena a mi rescate no hubiese llegado. Debo haberle simpatizado, porque a su reino me llevó. Toda una ciudad subacuática, tan similar y al mismo tiempo tan distinta a las de la superficie. Si creen que un edificio de cristal es imponente, imaginen uno de coral y perlas. Al final del recorrido ante su señor me llevó, y me encontré ante la mirada del mismísimo Poseidón.

     Puedo jurar que pensé que en ese instante sería fulminado, pero en lugar de eso me preguntó cómo hacemos los humanos para siempre seguir adelante cuando se trata de decepciones en el amor. Le costaba comprender cómo sin tener la fuerza de un dios como él, nuestra especie siempre se levanta sin importar el panorama. Le expliqué que el secreto está en que siempre hay una segunda oportunidad, y es a eso que nos aferramos. Tanto le gustó mi explicación, que me ofreció hacerme inmortal y quedarme como su consejero. Nuevamente en mi mente apareciste, y por segunda vez en el día dije no; y es que poco valdría la inmortalidad sin ti a mi lado.

     La sirena que en principio me salvó, fue la encargada de llevarme fuera de los dominios del también llamado Neptuno. Con paciencia mi guía marcaba el camino, hasta que un sonido en mi mente intervino y mi atención robó. Un deseo irrefrenable se apoderó de mí, y en seguimiento de su origen me lancé. Fue tan rápido que a la sirena en un momento atrás dejé. Ante una puerta me encontré, y sin siquiera pensarlo la crucé. Después de escuchar la melancolía de un astro o las dudas de un dios, ya nada podía sorprenderme... o eso creía.

     Lo que mis ojos observaron, mi boca no lo puede repetir ni mis manos escribir. Solo podría entenderlo alguien que haya estado allí. Ahora comprendía por qué el sonido me deleitaba de tal manera, y es que ante mí se encontraba nada más y nada menos que un coro de seres celestiales. Llamarlos querubines, serafines o simplemente ángeles sería irrelevante. El punto es que la melodía más dulce que alguna vez escuchase oído humano venía de ellos, y aunque me encontraba a solo metros, no lograba distinguir las palabras que pronunciaban, lo cual era mi mayor deseo.

     Intenté acercarme a ellos, pero en un parpadeo un par de espadas mi camino bloquearon. Dos inmensos guardianes de alas tan blancas que lastimaba los ojos eran quien me cerraban el paso. Con mucha molestia pregunté por qué evitaban que avanzara; y muy serios me respondieron que todo aquel que escucha y comprende el canto de los cielos, a la tierra nunca más quiere volver. Pero al pensar en ti, les pude asegurar que yo tenía un firme motivo para regresar. Aunque repitieron que ellos nunca se equivocaban, me permitieron caminar el trecho que me faltaba. Y una vez que estuve a punto de poder tocar al coro, sus palabras cobraron sentido en mi oído. Eran solo dos, simples y sencillas, pero que para mi en ese caso valían más que cualquier maravilla: te amo.

     Y tan rápido como todo comenzó, el entendimiento a mi cuerpo de nuevo me lanzó. El calor que pensé que venía del sol, en realidad manaba de tu cuerpo. El mar de Poseidón, no era otra cosa que la profundidad de tus pupilas. Y el canto angelical, eran esas dos palabras, que había oído mil veces, pero que en tus labios cobraban vida.

     Y si se lo preguntan: No, ni me volví loco ni aluciné. Solo les estoy narrando la primera vez que la besé.

domingo, 8 de mayo de 2016

Mi primer amor

     De amores y desamores está lleno mi pasado, y estoy seguro que lo estará mi porvenir. Algunos mejores, otros peores; largos, cortos, felices, dolorosos... variables al fin y al cabo. Pero hay uno que nunca me ha defraudado, y sé que jamás lo hará: mi mamá.

     Si algo me ha definido en esta vida ha sido que tú estés a mi lado. Apostando mi vida puedo jurar que no sería quien soy si tu mano no me hubiese guiado en el sendero que he recorrido a lo largo de los años. Únicamente tú has podido levantarme cuando he caído, o hacerme volver a la tierra cuando he perdido el norte. Mis logros no son más que fruto de tu compañía; mis éxitos simples resultado de tu trabajo; cada meta que logro completar lleva tu nombre sobre ella. 

     Sé que no todo es positivo, y que muy seguido meto la pata (es impresionante lo bueno que soy para equivocarme). Si te escuchara más a menudo me ahorraría infinitos dolores de cabeza y estrellones, pero aún sabiendo que tu consejo es sabio como ningún otro, muchas veces me dejo llevar por mi espíritu, solo para al final decirte: tenías razón. Soy consciente de que un par de lágrimas han rodado por tus mejillas firmadas con mi nombre y que de algunas de tus canas soy el completo causante. Por todo eso, hoy quiero pedirte perdón, y hacerte saber que a diario intento mejorar para estar un poco más cerca de ser el hombre que tú deseas ver.

     Lo siguiente en mi lista es agradecerte. Si intentara escribir cada cosa por la que te debo dar las gracias, pues... wow, no estoy seguro de terminar algún día. Pero hay cosas que destacan: te agradezco nunca haberte rendido con mi hermana y conmigo; durante años te he visto salir día tras día a construirnos un futuro; y aún cuando el presente se ha tornado muy oscuro algunas veces, tú siempre has sabido dibujarnos un sol para que no lo notemos. Hoy puedo comprender cuántas veces cargaste sobre tus hombros el peso de los tres, para que nosotros pudiésemos correr sin tener cargas en nuestras espaldas. Hoy logro entender que, contrario a las leyes de la física, tus fuerzas jamás han tenido fin al tratarse de salir a buscarnos un mejor mañana. Por todo eso debería inventar una palabra solo para tí, pero a falta de ella, hoy te digo de la forma más grande que lo haré nunca: GRACIAS.

     Si quieres saber algo, eres mi heroína. Hay quien sueña con tener dinero, o viajar, o casarse con una modelo (y no es que esas cosas me molesten jajajajaja); pero si me lo preguntan, puedo afirmar con total convicción y fuerza que mi mayor sueño es que estés orgullosa, y poder algún día devolverte al menos el 1% de lo que has hecho por mí. Sobra decir que siento que Dios tiene preferencia con mis hermanas y conmigo, pues nos envió a nuestro propio ángel en la Tierra.

     Seis párrafos se quedan cortos para definirte, pero hay cosas que las palabras no pueden expresar, ideas que no se pueden transmitir, sentimientos que simplemente se pueden entender si se tienen. Así que con este pequeño escrito hoy quiero recordarte algo que nunca debes olvidar: Que te amo mamá, y que has sido, eres y serás mi más grande amor.

domingo, 24 de abril de 2016

Anatomía discordante

     Hoy mi cuerpo se puso en desacuerdo general, y decidió emitir un comunicado, que lleva por título tu nombre, y que parece que me va a complicar la vida.

     Mis manos iniciaron la revuelta y se declararon en paro laboral. Argumentan que después de tu piel, todo tacto parece burdo y áspero. Me exigen que les permita acariciarte una vez más, prometen hacer un mejor trabajo y rozar con ternura cada centímetro de ti, si con eso te harán regresar.

     Mis oídos piden a gritos oír tu risa o tus palabras de nuevo, hasta han aceptado trabajar horas extra y grabar cada una de tus palabras. Les preocupa que, por haberse distraído, tú  te hayas ido.

     Mis labios como adictos, me suplican por el néctar de los tuyos, y dejan escapar tu nombre en medio de mis palabras. Juran que por besarte de nuevo son capaces de decirte todo lo que necesitas oír... o de callar durante horas. "Solo un beso más", es lo único que piden, es lo único por lo que ruegan.

     Mis ojos son de los que más molestos están. No entienden por qué ya no pueden observarte durante horas y fijar cada línea de tu rostro y tu cuerpo; pero en especial han dejado claro que quieren volver a perderse en tu mirada, ya que ahí eran realmente felices. Es tal su molestia, que sin importar cuanto intento evitarlo, ellos simplemente se clavan en ti cuando estás cerca. Se niegan a oír razones y comprender que ese cerca, es realmente muy lejos.

     Mis pies no participan mucho del debate, pero en apoyo de los demás insisten en repetir los pasos que dí a tu lado, como si al caminar por el mismo lugar que pisamos juntos, tú fueses a estar ahí. Les he dado rutas alternas, pero no encuentro respuesta de su parte, ellos continúan recorriendo el mismo sendero día tras día.

     Mi pecho y mis brazos han formado una sociedad. Su reclamo es simple: se sienten vacíos sin ti en medio de ellos. Han planteado decenas de formas de abrazarte y hacerte sentir segura, y prometen pensar en cientos más. Solo piden una oportunidad, solo esperan que regreses una vez y aseguran ser capaces de evitar que te vuelvas a ir.

     Mis pulmones siguen trabajando bien... hasta que te acercas. Por algún motivo (que ni ellos entienden) aún me quedo sin aire cuando te veo de repente. Y han tomado la mala costumbre de soltar en un suspiro todas las palabras que quiero decirte, pero que mueren en mi garganta.

     Mi corazón es el que más problemas me está dando. No sé cómo explicarle que no puede acelerarse cada vez que te miro... o me escribes... o te nombran. Él, más que estar molesto, añora esa sensación de alegría que tenía al estar a tu lado, y pasa días con el ánimo bajo. Se pregunta si debe derrumbar la casita que te construyó. Me reprocha darle prioridad a la lógica y no gritar todo lo que quiero decirte.

     El único que parece estar de mi lado es mi cerebro. Lleva días tratando de explicarle a los demás que ese ciclo ya cerró, que debemos continuar y buscar nuevos horizontes. Él comprende que hay cosas que tienen fecha de expiración... incluso los sentimientos. Pero por más que lo intenta, no logra convencerlos. Y hasta tiene sentido, si ni siquiera su parte subconsciente lo escucha: aún te cuelas en mis pensamientos... y en más de uno de mis sueños.

    Y si aún no comprendes qué tan importante eres para mí, te lo pongo así: una que otra vez había tenido discusiones con mi corazón; pero nunca había tenido una anatomía discordante.

domingo, 17 de abril de 2016

Ojos de gato

     Una mirada basta para captar mi atención. Solo un leve atisbo de sus ojos. Pierdo el hilo de la conversación... y eso no es común en mí. La causante de mi distracción se sienta a tan solo un par de sillas. Fija sus ojos en mí por un par de segundos. Y es suficiente como para que mi atención quede realmente centrada en su mirada. Pero ¿qué tienen de especial estos ojos? No lo sé, mientras intento disimular mi laguna mental, observo inquisitivo su rostro. Y aunque es una cara muy linda, no sé qué es lo que me capta dentro de sus globos oculares. ¿Tal vez esa pequeña línea que los delimita y que nunca había observado? Puede ser, pero siento que hay algo más y me molesta no encontrarlo. Como sea, nos retiramos del sitio y ahí queda la chica de los ojos llamativos.

     Pero si todo fuese tan fácil, otro sería el título de esta entrada. La vuelvo a ver. Nos hacemos amigos. Y por fin puedo asociar algo mas en su mirada: me recuerda a la de un gato. Sonará raro y todo, pero es así. Siempre me ha parecido que los gatos en general tienen una mirada penetrante, que transmite, que se puede leer si se presta atención... y así son sus ojos. Solo es cuestión de días para comprenderlo. A veces sus ojos expresan más que su boca.  Con pequeñas variaciones en sus órbitas, me quedan claros algunos de sus pensamientos... y no entiendo para nada otros muchos. Dije que los gatos se pueden leer, no que yo sepa hacerlo.

     Por un momento no hablaré de ella. Es mi rostro el que expresa sorpresa. Mi ceño el que se tensa. Mis cejas las que se elevan bruscamente. Mis ojos los que se abren de par en par. Mi boca la que modula una única palabra: ¿Qué? Contrario a todo pronóstico les tengo una noticia: ojos de gato me acaba de decir que le gusto. Así, sin anestesia. Directo y conciso. Su mirada fija en mí. Mi cerebro procesando. Mis ojos clavados en la profundidad de sus pupilas, que no aparta de mí mientras espera una respuesta. No sé qué me envuelve más: sus palabras, o su mirada al decirlas. Pero votaré por la segunda. De hecho, al reconsiderar no estoy seguro de haber visto su boca mientras habla, es la forma en que me ve la que me tiene atontado. Sobra explicarlo: ojos de gato me gusta.

     Los siguientes días son como un impulso de energía. Nos acercamos. Pasamos tiempo juntos. Nos conocemos. Los minutos se sustituyen por horas, y realmente ni lo noto. Con cada momento cerca de ella descubro un nuevo detalle que hace que me guste más... pero el rey de todos sigue siendo sus ojos. Comienzo a acostumbrarme a perderme en ellos. Lo suficiente como para que la gente lo note y empiece a preguntar. En cualquier caso me siento bien. Y parece que ella se siente bien conmigo. Es como ir subiendo poco a poco en una montaña rusa.

     Pero como se sabe, toda montaña rusa baja en algún momento. Hay quien dice que una semana es larga. Para otros un mes es bastante. Y la mayoría afirmaría que un año es un espacio de tiempo amplio. Ahora pues, mejor ni preguntemos por un lustro. Y menos por uno junto a una pareja feliz. Una pareja que era pasado. Una pareja que decidió volver al presente. Una pareja que no es mía. Una pareja que, al ser nombrada, aún saca un brillo en sus ojos.  ¿Ya lo captan? Alguien más está decidido a ganar para sí esos ojos (de nuevo)... y me lleva 20 estaciones de ventaja.

     La dinámica se ve alterada por este nuevo jugador, pero no siento que sea del todo definitiva. Sin lugar a dudas de él está enamorada. Pero puedo apostar mis ojos azules a que conmigo quiere intentar algo. La noto confundida hasta en la forma como me mira. Yo me confundo. La vida es confusa... y se la juega de barrio. 

     Factores que no tienen que ver conmigo hacen que terminemos durmiendo una noche juntos. Abrazados. Solos. Pero solo durmiendo. Y aún así mi corazón bombea sangre como si en plena maratón se encontrase. Se está complicando la cosa, el gusto está dando paso a sentimientos... justo cuando puedo quedar fuera de la competencia.  Debato con mi mente qué hacer, mientras ella aún duerme abrazada a mi pecho. Mi mente está de vacaciones y no participa mucho en la conversación, hasta que en algún punto me duermo. Nos despiertan. Lo primero que observo al parpadear son sus ojos, pequeños, aún somnolientos, con una mezcla de alegría e inocencia mientras pronuncia un "buenos días" y me abraza. Si algo les puedo jurar es que en ese momento podía haberla besado... o haberme casado con ella... o que sé yo.

     Pero las cosas no son tan simples. No pasa. No funciona así. Mientras yo logro acumular apenas unos pocos momentos a su lado; su ex solo tiene que refrescar su memoria sobre los cientos que tienen juntos. Por simple lógica pueden calcular cómo van las tablas de posiciones. Una pista. No voy ganando. Y aunque subconscientemente lo entiendo; mi parte pensante (¡¡la que debería colaborar!!) se niega a asimilarlo. Cada vez que observo sus ojos me digo que vale la pena. Cada vez que mueren las palabras y solo queda nuestra mirada sostenida, tengo que hacer uso de toda mi concentración para no besarla.

     Y llegamos al clímax de la historia. A veces hay que saber retirarse a tiempo. A veces hay que entender las señales. A veces hay que sacar las cuentas y ver cuáles no se pueden cubrir. A veces hay que entender que unos ojos cautivantes no pueden inhibir tu raciocinio.

     Otra noche juntos. Una mañana de igual forma. Una salida programada. El metro. Todo bien. Hasta que, por simple casualidad de la vida, de uno de los vagones se baja su ex. De todos los vagones, de todos los metros, de todas las estaciones, de todas las horas; justo escogemos ese para irnos. Solo que no nos vamos. Su mirada se retira de inmediato de la mía. La dirección de sus movimientos cambia. Sus labios tocan los de él. Sus pasos se lo llevan a otro punto de la estación. Ni por un segundo voltea. Ni una palabra. Solo me deja ahí, solo. Cuando yo mismo me adelanto y logro captar su mirada, quedo inmóvil. No son los ojos de gato que me han mantenido cautivo durante este tiempo. No son las pupilas en las que me he perdido durante horas. No son los iris de los que he ido haciendo un mapa cerebral con cada cruce de miradas. No. 

     Me encuentro observando ojos ajenos a los que conozco. Ojos que lo miran como si fueran todo para ella. Ojos que con la única mirada que me dedican dejan claro el mensaje: no te acerques. Ojos que proclaman un ganador en esta carrera... o mejor dicho, que gritan que nunca fue una competencia. Que corrí yo solo, pensando que iba a algún lado. Así que sin más retrocedo, me alejo de esa mirada que no reconozco. Asimilo que para ojos de gato no soy nada. Y, con el último rayo de luz de esta historia, formulo un pensamiento: un par de veces pensé en que esos son la clase de ojos por los que se mataría... pero nunca pensé que ellos me matarían a mi.