Al comenzar el movimiento
literario del romanticismo, todo buen seguidor de dicha corriente debía tener
esos tres elementos en su obra. Pues bien, al mejor estilo del mismísimo Joven Werther, hoy narro mis propias cuitas.
Amor:
Esa simple palabra presenta tantos matices diferentes,
tantas escalas, tantos posibles sentimientos que resulta hasta complicada de
entender. Pero, sin lugar a dudas, en uno de sus múltiples niveles lograste
ubicarte tú en mi vida. No en vano, aún después del tiempo que ha pasado, sigues
generando un vacío en mi estómago al verte… y una gran confusión en mi mente.
Conocerte fue el mejor ejemplo de una reacción en cadena: después de contactar
por primera vez con tus ojos ya no había vuelta atrás. Cada palabra me acercaba
un poco más a ti, cada segundo a tu lado iba definiéndonos, cada abrazo te
anclaba un poco más en mi pecho.
Siempre será difícil explicar lo que sientes por alguien,
creo que por eso los humanos hemos simplificado las cosas en palabras o frases
cortas: te quiero, te adoro, te amo, eres importante, te necesito, etc. Pero
pienso que la realidad es que cada una de estas expresiones lleva tras de sí un
amplio abanico de pensamientos que realmente no pueden ser englobados en
palabras. Si alguien me pregunta que sentí por ti, me dejaría en blanco… Como
quedo cada vez que yo mismo me lo pregunto. Pero puedo responder con total
convicción que contaba los segundos para volver a verte, que releía hasta el
cansancio cada uno de tus mensajes, que me perdía en tus palabras simplemente
porque eras tú quien las pronunciaba; que pasaba horas pensando simplemente en
cómo hacerte reír; que al finalizar el día me quedaba dormido mientras pensaba
en ti, que hubiese luchado hasta el final por protegerte del mundo y hacerte
feliz.
Locura:
Pero así como al llegar la medianoche se acabó el hechizo
de la cenicienta, así nuestro reloj marco las 12 y dio fin a esta historia de
la que fuimos escritores y protagonistas. La diferencia con el clásico cuento es que, en este caso, nuestra magia no se acabó sola… sino que tú misma apagaste
su llama en tan solo un segundo. La razón me resultó tan desconocida en el
punto en el que todo sucedió, como me resulta hoy al escribir estas palabras.
La realidad se manifestó tan vertiginosamente frente a mí que el golpe me dejó
aturdido, mareado, desorientado como nunca lo había estado. Y cuando busqué una
respuesta en esa mirada que pensé que conocía, solo encontré el toque final que
necesitaba para derrumbarme… y créelo, la caída fue muy dolorosa.
Que diferente se vio el mundo al salir de la burbuja
feliz en la que me encontraba, fue como cambiar del paisaje más colorido que
había conocido al desierto más árido que puedas describir; como pasar de flotar
en medio del espacio, a sostener el peso del mundo en mis hombros; como caer de
las cortes celestiales a las profundidades del tártaro… todo en cuestión de
segundos. Y contrario a buscar una salida, cada vez me hundí más en esa
espiral. Durante semanas busqué el motivo, la causa, en qué me había
equivocado; algo que me explicara o al menos me ayudara a entender por qué me
arrojabas a través del vacío sin siquiera dudarlo… y no logré hallar la respuesta.
Muerte:
Finalmente la sorpresa inicial pasó, el humo se dispersó
y mis ideas se asentaron. Pero no mejoré, sino que mis sentimientos anteriores
dieron paso a la tristeza, al dolor, a esa sensación de ruptura donde el ancla
que te fijaba en mi pecho fue arrancada sin ningún cuidado o delicadeza. Verte
pasó de ser el motivo de que sonriera cada mañana a ser el martillo que hundía
un poco más los clavos de este sentimiento crucificado. Tu sonrisa, que antaño
fuese mi delirio, hoy es un cruel recordatorio de un pasado que culminó y que
sé perfectamente que no volverá. Algo tan simple como cruzar un simple “hola”
contigo, ha pasado a ser todo un reto para mí; al fin y al cabo, tú has seguido
con tu vida y yo… pues yo sigo vivo, o algo parecido a eso.
De sorpresas está llena la vida, algunas agradables y
otras no tanto; pero sin lugar a dudas jamás esperamos que sea justamente esa
persona a quien deseamos fervientemente cuidar, la que nos dispare a
quemarropa; esa que cada día intentamos hacer reír, la que nos borre toda alegría
del rostro; esa que sencillamente queremos, la que nos suma en la amargura y el
dolor.
Y así pues, acá me encuentro, escribiendo todo un cúmulo
de sentimientos en tan solo algunas líneas. Y esperando que la vida no me deje
tan solo en un amor, locura y muerte; sino que con el paso del tiempo, y la unión
lenta pero progresiva de estos fragmentos de “mí” que dejaste al irte, me
regale una cuarta palabra que me permita seguir adelante: resurrección.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario