domingo, 9 de abril de 2017

Ya no te extraño

     Al fin y al cabo ¿por qué lo haría? Si decidiste irte de mi vida, sin dar ninguna explicación, la lógica indica que debería tomar toda imagen, recuerdo o idea de un nosotros, y guardarlo en una caja para no volver a abrirla; que debería seguir con mi vida con el doble de energía; que tendría que poner un punto final a esta historia inconclusa, que te encargaste de dejar flotando en medio de la nada. Y es lo que he hecho... o algo así.

     Te confieso que he podido estudiar más, ya que gracias a ti mis noches son mucho más cortas. Una fugaz imagen de tu perfil, me acompaña cada velada antes de dormir, lo cual prolonga mi vigilia y me mantiene lejos de los brazos de Morfeo; pues su imagen no es ni de cerca tan embriagadora como la tuya, aun tratándose de un recuerdo. Y cuando por fin logro rendirme ante el cansancio, es rápido y sin sueños en el medio. No es tan difícil de entender: después de haber dormido y despertado contigo entre mis brazos ¿qué podría regalarme un sueño para competir con eso?

     Al despertar, saludo a la soledad, que me acompaña noche tras noche, como a una vieja amiga. Al principio la odiaba, pues la culpaba de mantenerte lejos de mí, pero hoy entiendo que eres tú quien la acercó a ella para que se quedara conmigo. Reconozco que cada mañana sigo notando que el sol es un poco menos brillante desde que no estás acá. O puede, quizás, solo quizás, que no fuese el astro rey el que me iluminase antes. Pero está bien, no es como si realmente hiciese falta un mundo del todo brillante, ¿no?

     Me baño, me visto, desayuno y salgo listo para iniciar un nuevo día. Por el camino, me coloco mis audífonos y dejo que durante 30 minutos la música me aleje del mundo. El problema es que tú sigues ahí. Es increíble como canciones que antes no significaban nada, ahora se parecen tanto a ti. Amor y desamor, anhelo y pérdida, añoranzas y despedidas. Tengo todo un repertorio para elegir, y con la mayoría logro identificar un matiz de ti. Y eso sin mencionar las que fueron dedicadas en esta historia de dos. Esas sencillamente hacen que te vuelvas tangible, en medio de la inexistencia. Aunque la solución a ese problema es fácil: cambiar mi lista musical. Solo que siempre decido hacerlo "mañana".

     Llego a la universidad y, al igual que todos los días, recorro tu facultad con la mirada, al pasarle por el frente. Pero no se trata de que te esté buscando, es solo que es un bonito edificio, ¿no? Finalmente, llego a los institutos donde hago vida diaria, y saludo a mis amigos. Gracias a ellos es un poco más fácil llevar este asunto de que ya no estés acá. Tienen ese mágico don de irritarme mientras me hacen reír y, créeme, eso requiere de concentración. El día transcurre relativamente rápido: veo las clases pautadas en mi horario, estudio para las evaluaciones en puerta, ignoro por completo las teóricas y, ocasionalmente, dicto yo mismo una clase. Y es en cualquiera de esos puntos donde más te extraño: porque aun en medio de un mar de personas y de cosas que me hacen feliz: ninguna es tú, ninguna logra llenarme como tú. Pero no es algo que piense reconocer.

     Concluido mi día universitario, vuelvo sobre mis pasos filosofando sobre las evaluaciones que se vienen, o el tiempo que debo "sobrevivir" antes de mis próximas vacaciones. Comer, bañarme, prepararme para estudiar; y en un dos por tres ya es de noche. Y es en ese punto donde me permito ser débil. No sé si lo recuerdas, pero una vez te regalé la luna; más que eso te prometí "una luna desnuda que sea testigo de nuestra locura"; y aunque suene en extremo poético, es por eso que con ella hablo de ti. Llena, creciente o menguante; pacientemente presta atención mientras le explico que el problema no es que no pueda seguir adelante sin ti; sino todo lo que me falta desde que te fuiste.

     Extraño la electricidad contenida en cada uno de tus besos, las cosquillas que me nacían en la barriga y se me regaban por el cuerpo al verte, el olor de tu perfume impregnado en mi suéter luego de que lo usaras, tu suave respiración cuando te dormías junto a mí. Sí, vaya que extraño todo eso, pero más que extrañar esos matices de "nosotros", sin lugar a dudas lo que más me hace falta eres "tú". Muero por volver a hablar contigo por horas, por encontrar consejo en tus palabras, por poder reírnos de todo y de nada como hicimos tantas veces, por recibir un abrazo tuyo cuando siento que todo se viene abajo, por volver a tenerte en mi vida, aunque sea un poco.

     Pero como no soy capaz de decirte todo eso, seguiré hablando con la Luna cada noche, reconociéndole la falta que me haces. Y mientras, continuaré mintiéndole al mundo, y a mi mismo, con la misma frase: que ya no te extraño.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario