Aquellas personas que me conocen saben que suelo publicar los domingos; y que jamas he utilizado este medio para hablar de política. De hecho en este momento tampoco quiero hacerlo, tan solo contarles de mi día:
Hoy me levanté, desayuné, me vestí y preparé mi bolso. Nada que no haga todos los días, pero con una pequeña diferencia: hoy no preparé mis cuadernos o mi bata; sino mucha agua, algo dulce, y una franela adicional. Y es que no me dirigía a clases. Mi rumbo era distinto: iba a marchar.
Hoy caminé junto a decenas, luego cientos y finalmente miles de venezolanos. Sus rostros no representaban ningún nombre para mi. Pero sus expresiones solo podían transmitir un mensaje; ¡BASTA!. Cada franela blanca, cada gorra tricolor, cada rostro bañado en Malox como prevención ante lo que vendría; solo podía significar algo: me encontraba ante una marea de personas que seguían el mismo camino que yo.
Hoy olvidé que existen diferencias sociales o de edad, étnicas o culturales. Vi ancianos caminar junto a jóvenes, incluso menores que yo; personas de clase alta gritar consignas, al mismo tiempo que los mas humildes; extranjeros, defender al país que los acogió junto a los venezolanos de pura cepa. Si me pidieran que definiera lo que vi hoy en ese momento, usaría 2 palabras: un país. Ni asesinos, ni terroristas; tan solo gente cansada de ver agonizar a su nación, de ver a los hijos de Venezuela morir, migrar o vivir precariamente, de ver como cada día nos roban un poco mas esta patria de todos.
Hoy mis matemáticas sirvieron de poco. Aunque lo intenté, no fui capaz de siquiera dar un estimado del número de personas que llenaban ese mar vivo y que avanzaba sin miedo, aun sabiendo que no muy lejos los esperaban el mas desagradable comité de bienvenida. Curiosamente todos los que marchamos no lo hacíamos solo por nosotros, sino por ellos también; al fin y al cabo Venezuela también es su tierra, aunque pareciera que lo han olvidado.
Hoy conocí a cobardes, que se creen valientes. Armaduras, fusiles, bombas, gas, perdigones, tanquetas, paredes, piquetes, helicópteros; todo un arsenal para esconder lo que hay en el centro: miedo al poder de un pueblo decidido. Pero también conocí verdaderos héroes: armados con poco mas que banderas y consignas; defendidos (en el mejor de los casos) con máscaras antigas, cascos, guantes y malox bañandoles la cara; algunos con el pecho desnudo, pues han recurrido a su franela como una barrera entre los gases represivos y sus ojos, nariz o boca.
Hoy corrí, junto a miles de personas cuyo mayor provocación había sido entonar las notas del himno nacional a vivo pulmón, para escapar del humo que nos cortaba la respiración, y que era disparado sin piedad, bomba tras bomba. Hoy derramé lagrimas por la irritación que me cortaba la visión, y por la impotencia que me llenaba el cuerpo. Escuché gritos, disparos, a gente correr y finalmente la detonación de una granada lacrimógena que estalló justo a mi pie derecho y me roció por completo.
Hoy, una persona que nunca en su vida me había visto, se olvidó por completo de sí misma para correr hacía donde me encontraba y llenarme la cara de Malox. "Respira, ya se te va a pasar, que no puedan contigo.". Hoy sentí admiración plena y un profundo respeto, pues cuando pude enfocar de nuevo la vista, me dí cuenta de que un grupo de chamos (que no serían mucho mayores que yo), corrían hacia las bombas para lanzarlas de regreso. Sin temor alguno, se posicionaban para facilitar al resto de las personas que pudiesen replegarse, aun a costa de su propia seguridad.
Hoy rogué a Dios que los salvara, al ver cada herido que era atendido por los rescatistas, paramédicos y medicos, o que con desesperación era transportado a un centro de salud. Hoy sentí ira absoluta al conocer que había muerto un niño de apenas 17 años, con toda una vida por delante, que le fue arrancada en tan solo 1 segundo. No podemos considerarlo una cifra más ¡NO!, era alguien con nombre, apellido, familia, sueños y anhelos; y gracias a este gobierno ya no está.
Hoy lo que viví, fue tan solo una pequeña parte del estado en el que se ha sumido Venezuela. Hoy conocí la represión sin piedad y el poco valor que puede tener la vida para aquellos que en este momento ostentan el poder. Pero también sentí esperanza al ver a miles de venezolanos que sencillamente perdieron el miedo, y se han colocado sobre los hombros el peso de luchar la batalla definitiva por este país.
Hoy yo estuve ahí. ¿Y tu, que hiciste hoy por tu país?, pero más allá, ¿Que harás mañana?
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