A veces me pregunto si lees mis escritos. Y si lo haces ¿sabes cuáles han sido inspirados en ti? Supongo que sería mucho más fácil simplemente decírtelo, o colocar tu nombre. Pero prefiero que sea así, el anonimato le confiere cierta privacidad a mis palabras, te mantiene en una parte de mi vida que, aunque se puede leer, no se puede comprender del todo para quien no la vivió. Al fin y al cabo, siempre quedará la interrogante: ¿Qué tanto de mis palabras lleva tu nombre entre líneas? ¿qué porción es tomada de experiencias ajenas? y ¿qué fragmentos son simplemente reflejo de mi imaginación y mi capacidad de inventar?
Cuando se trata de ti, mi cerebro adopta la estructura del mayor de los huracanes: tu imagen en el centro del torbellino, y un millar de ideas/recuerdos/pensamientos/preguntas girando a tu al rededor de una forma tan vertiginosa que me deja mareado aun cuando estoy sentado. El sentido común dicta que debería alejarme de esa peligrosa espiral, pero ¿qué se yo de sentido común? Con la fuerza con la que un niño se ve maravillado y atraído por las explosiones de fuegos artificiales a su al rededor; así me veo yo cautivado hacia la imagen central en esa tormenta: tú.
Tú, en tu imperfecta perfección. Nos pasamos la vida buscado esa palabra a nuestro paso: perfección. Pero yo la hallé en ti cuando pude comprender que realmente nuestro concepto de una realidad sin fallas, sin errores, sin máculas, es tan utópico como falso. La verdadera perfección tocó las puertas de mi vida cuando pude sumar todos tus detalles; y amar cada uno de ellos: esa capacidad de siempre llegar tarde, tu mal humor ocasional o tu negación a hablarme simplemente porque no te gustó el final de un libro. Cada una de esas cosas (y de todas aquellas que no incluyo en la lista) te diferenciaban del resto del mundo, te hacían única, generaban esa persona que me pareció tan natural amar.
Tú, con tus brazos que siempre se sintieron como mi hogar. Al estar entre ellos me sentía tan invencible como el más poderoso de los titanes. No existió tristeza que no se viese espantada de mi vida al verse envuelta por el calor que emite tu cuerpo. El que dijo que el tiempo obedece a las leyes de la física, nunca te abrazó. Aunque el reloj insista en que pasaron horas, puedo jurar que tan solo fueron unos segundos. Supongo que necesitaría una vida para estar conforme con uno de tus abrazos: al mejor estilo de una sustancia adictiva, siempre me dejaron deseando más.
Tú, construyendo ese mundo en el que siempre fui tan feliz. Como si del mejor pintor se tratase, tomaste ese lienzo en blanco que era mi vida y la fuiste llenando de color, de líneas, de figuras; hasta obtener una obra maestra. Cada sonrisa, cada momento, cada beso e incluso cada discusión fue añadiendo capas, hasta que nos encontramos en nuestro propio paraíso en 3D. Desde ahí sentía que podíamos lograr lo que quisiéramos, que el mundo estaba al alcance de nuestras manos, que al estar juntos no había ninguna fuerza capaz de detenernos.
Tú, lejos de mí. Ya que ni siquiera nuestro pequeño Edén fue capaz de detener el avance de un enemigo tan silencioso que solo lo vimos cuando lo tuvimos en frente: la vida y sus vueltas. Me gusta pensar que llegó a envidiar tanto nuestra felicidad juntos, que se opuso en venganza. O tal vez simplemente nuestro caminar en paralelo venía con fecha de expiración. No lo sé, pero es un hecho que hoy te encuentras fuera de mi alcance por factores que no podemos cambiar... al menos por ahora. Tal vez simplemente soy alguien muy optimista, tonto o testarudo; pero creo que la vida solo nos ganó una batalla, mas no la guerra: y que tal vez, en algún momento, podamos tener nuestro derecho a réplica y reconstruir ese mundo que dejamos atrás. O puede que tal vez seamos un capítulo feliz pero concluido en la historia de nuestras vidas. Tan solo el tiempo lo dirá.
En fin, son solo palabras que podrían o no, ser escritas para alguien. Por eso prefiero terminar mi escrito diciendo que esto es tan solo la carta a una desconocida.
Tú, en tu imperfecta perfección. Nos pasamos la vida buscado esa palabra a nuestro paso: perfección. Pero yo la hallé en ti cuando pude comprender que realmente nuestro concepto de una realidad sin fallas, sin errores, sin máculas, es tan utópico como falso. La verdadera perfección tocó las puertas de mi vida cuando pude sumar todos tus detalles; y amar cada uno de ellos: esa capacidad de siempre llegar tarde, tu mal humor ocasional o tu negación a hablarme simplemente porque no te gustó el final de un libro. Cada una de esas cosas (y de todas aquellas que no incluyo en la lista) te diferenciaban del resto del mundo, te hacían única, generaban esa persona que me pareció tan natural amar.
Tú, con tus brazos que siempre se sintieron como mi hogar. Al estar entre ellos me sentía tan invencible como el más poderoso de los titanes. No existió tristeza que no se viese espantada de mi vida al verse envuelta por el calor que emite tu cuerpo. El que dijo que el tiempo obedece a las leyes de la física, nunca te abrazó. Aunque el reloj insista en que pasaron horas, puedo jurar que tan solo fueron unos segundos. Supongo que necesitaría una vida para estar conforme con uno de tus abrazos: al mejor estilo de una sustancia adictiva, siempre me dejaron deseando más.
Tú, construyendo ese mundo en el que siempre fui tan feliz. Como si del mejor pintor se tratase, tomaste ese lienzo en blanco que era mi vida y la fuiste llenando de color, de líneas, de figuras; hasta obtener una obra maestra. Cada sonrisa, cada momento, cada beso e incluso cada discusión fue añadiendo capas, hasta que nos encontramos en nuestro propio paraíso en 3D. Desde ahí sentía que podíamos lograr lo que quisiéramos, que el mundo estaba al alcance de nuestras manos, que al estar juntos no había ninguna fuerza capaz de detenernos.
Tú, lejos de mí. Ya que ni siquiera nuestro pequeño Edén fue capaz de detener el avance de un enemigo tan silencioso que solo lo vimos cuando lo tuvimos en frente: la vida y sus vueltas. Me gusta pensar que llegó a envidiar tanto nuestra felicidad juntos, que se opuso en venganza. O tal vez simplemente nuestro caminar en paralelo venía con fecha de expiración. No lo sé, pero es un hecho que hoy te encuentras fuera de mi alcance por factores que no podemos cambiar... al menos por ahora. Tal vez simplemente soy alguien muy optimista, tonto o testarudo; pero creo que la vida solo nos ganó una batalla, mas no la guerra: y que tal vez, en algún momento, podamos tener nuestro derecho a réplica y reconstruir ese mundo que dejamos atrás. O puede que tal vez seamos un capítulo feliz pero concluido en la historia de nuestras vidas. Tan solo el tiempo lo dirá.
En fin, son solo palabras que podrían o no, ser escritas para alguien. Por eso prefiero terminar mi escrito diciendo que esto es tan solo la carta a una desconocida.