domingo, 29 de mayo de 2016

Calendarios Rotos

     Hace tiempo que no sonreía sinceramente. La verdad es que había perdido el interés en hacerlo. Las personas dicen que cada golpe te vuelve más fuerte, y tienen razón; pero no advierten que a veces con esa fortaleza viene también la frialdad. Después de mi última decepción todo empezó a parecerme igual: gris, aburrido, sin valor para apreciarlo más de unos segundos. Tras la última caída, que créanme que fue dolorosa, algo se rompió, cambió, se perdió. Ese día me juré a mi mismo que ninguna chama volvería a lastimarme, porque no lo permitiría.

     El sistema funcionaba bastante bien. Es  mucho más fácil vivir cuando dejas de lado todos los problemas que contrae el "amor". Y no lo pongo entre comillas por capricho, sino que jamás logré entender como algo, que según cuentan debe ser maravilloso, va lastimando a tantas personas en el mundo. Si yo fuese el único que se ha quedado con un corazón roto, podría justificar ser una excepción; pero no lo soy. Día tras día veo a personas a mi alrededor sufrir al descubrir que se acabó su magia de 15 minutos, veo promesas de para siempre durar tan solo unas semanas, veo como amores jurados ante la luna ni siquiera se saludan una vez que vuelve a brillar el sol.

     Mi vida se había vuelto simple. Mi tiempo empezó a transcurrir entre mis amigos, mi carrera y trabajo, una que otra fiesta ocasional y algunas conquistas por placer. Mirando hacia atrás, hoy me pregunto si en el proceso de no permitirme otro dolor, no cause algunos yo mismo. Puede ser que alguna de las mujeres que pasó por mi vida realmente esperase quedarse en ella; puede ser que estuviese dispuesta a intentarlo de verdad, puede ser que hasta me quisiera. Pero yo no lo permití, simplemente me sentía bien estando solo.

     Y luego llegaste tú.

     Generalmente las palabras son mi fuerte, fluyen de mí con total facilidad. Pero cuando intento hablar de ti, se me traban las ideas. No sabría decir en qué momento exacto lograste pasar mis barreras de defensa, pero no pareces muy dispuesta a retroceder... y yo no quiero que lo hagas. De un simple mensaje has pasado a ser mi mejor conversación, de unos buenos días a ser mi primera sonrisa en la mañana, de ser una total desconocida a ser esa persona que deseo fervientemente conocer en detalle.

     Como ya dije, no sé en qué momento entraste en mi vida. Tampoco sé en qué momento dejaste de ser una chica más. Y menos que menos sé en qué momento empezaste a importarme de verdad. Pero la realidad es que todo eso pasó y acá estás, dándole color a una vida que llevaba mucho tiempo en blanco y negro, manteniendo en mi cara una sonrisa continua, recordándome lo que son cosquillas en la barriga al ver a ese alguien especial.

     Hay cosas que en la vida suceden por simple lógica, que no hace falta pensarlas mucho para saber que deben ser así. Quererte a ti es una de ellas. Habría que ser idiota para no verlo. Esa sonrisa tuya desarma todo argumento que pueda exponer, el sonrojar de tus mejillas ante el menor piropo me deja la mente en blanco, la dulzura de tus palabras me acaricia y me acuna como la mejor de las melodías. Cerca de ti me siento bien, me siento feliz, me siento vivo. Y una vez que ya no estás a mi lado, solo puedo contar los minutos para volver a verte. Como una adicción, cada vez necesito perderme en tus ojos más seguido.

     Ahora recuerdo por qué  la gente siempre vuelve con el temita del amor: porque los golpes duelen, pero personas como tú alivian hasta la peor de las penas. Gracias a ti, lo comprendo: el problema no es el amor, sino las personas que se cruzan en nuestro camino. Y gracias a Dios tú te cruzaste en el mío. Aunque lamentablemente no por mucho.

    La situación te obliga a irte del país, y por lo tanto de mi lado. Aunque daría lo que fuera por que te quedaras, comprendo que nada puedo hacer, que es algo que nos supera a ambos. Hay realidades contra las que no se puede luchar. Tal vez lo más lógico sería marcar distancia y así amortiguar el golpe que recibiremos cuando llegue el momento en el que debes partir. Tal vez buscar verte como una amiga es el camino más sencillo. Pero me niego rotundamente.

     La gente suele decir que si la vida te da limones debes aprender a hacer limonada. Pues bien, si la vida tan solo nos regala unos meses juntos, que sean lo mejor que puedan ser. No puedo cambiar el hecho de que te vas, y lamentablemente no puedo irme contigo; pero te juro que puedo regalarte lo mejor de mí por el tiempo que nos quede. Prometo hacer que cada segundo valga la pena, y que el siguiente sea aún mejor. Prometo gritarle al mundo que te quiero, y susurrarte al oído que no cambiará. Prometo cada día pensar una forma diferente de hacerte reir. Prometo escribir una tesis sobre las diferentes formas de abrazarte. Al fin y al cabo, si tenemos fecha límite, quiero que podamos sonreir cuando solo nos queden estos recuerdos y las hojas del calendario roto.

domingo, 15 de mayo de 2016

Un viaje fuera de mí

     ¿Alguna vez has estado fuera de tu cuerpo? ¿Sí? ¿No? Como sea. Yo sí lo estuve y es lo que hoy quiero narrar:

     El momento exacto en el que pasó aún es difuso, solo sé que en un punto todo era corriente, y de repente estaba flotando. Una experiencia francamente rara (como toda experiencia nueva), aunque mentiría si no dijera que fue liberadora.

     Como impulsado por un torbellino, salí disparado hacia arriba, y vi cómo todo se iba haciendo más pequeño: casas, cuadras, ciudades, países... hasta que al final pude ver la silueta de los continentes. Un escalofrío me recorrió el cuerpo, pero tan solo duró un segundo. Al sol me acerqué y pude sentir el calor que me llenaba el cuerpo. Y, para agradecerle, conversé con él un rato. Me contó que estaba muy triste, pues a su amada cada día extrañaba. Pero sonrió cuando le recordé que al menos en cada eclipse se encuentran, y por unos minutos vuelven a estar juntos.

     Para aliviar su pena acepté llevar un recado a la Luna, quien, no pudiendo contener la emoción de tener noticias suyas, me reveló un secreto: que las estrellas que la acompañan cada noche en su pena, no son más que las promesas de amor que a diario nos hacemos los humanos; y que solo contemplándolas es capaz de esperar noche tras noche por su amado astro. Me ofreció quedarme a su lado y leer juntos cada estrella; solo me pidió que mantuviera el contacto entre ella y el sol. Gustoso habría aceptado, pero tu rostro vino a mi mente y sin dudarlo me negué, ya que solo contigo quiero contemplar las estrellas y buscarles un significado.

     Acabado mi peculiar encuentro recordé que mi lugar es en la tierra y en picada me abalancé, pero calculé mal mi caída y en medio del mar terminé. Posiblemente me habría perdido en su inmensidad, si una sirena a mi rescate no hubiese llegado. Debo haberle simpatizado, porque a su reino me llevó. Toda una ciudad subacuática, tan similar y al mismo tiempo tan distinta a las de la superficie. Si creen que un edificio de cristal es imponente, imaginen uno de coral y perlas. Al final del recorrido ante su señor me llevó, y me encontré ante la mirada del mismísimo Poseidón.

     Puedo jurar que pensé que en ese instante sería fulminado, pero en lugar de eso me preguntó cómo hacemos los humanos para siempre seguir adelante cuando se trata de decepciones en el amor. Le costaba comprender cómo sin tener la fuerza de un dios como él, nuestra especie siempre se levanta sin importar el panorama. Le expliqué que el secreto está en que siempre hay una segunda oportunidad, y es a eso que nos aferramos. Tanto le gustó mi explicación, que me ofreció hacerme inmortal y quedarme como su consejero. Nuevamente en mi mente apareciste, y por segunda vez en el día dije no; y es que poco valdría la inmortalidad sin ti a mi lado.

     La sirena que en principio me salvó, fue la encargada de llevarme fuera de los dominios del también llamado Neptuno. Con paciencia mi guía marcaba el camino, hasta que un sonido en mi mente intervino y mi atención robó. Un deseo irrefrenable se apoderó de mí, y en seguimiento de su origen me lancé. Fue tan rápido que a la sirena en un momento atrás dejé. Ante una puerta me encontré, y sin siquiera pensarlo la crucé. Después de escuchar la melancolía de un astro o las dudas de un dios, ya nada podía sorprenderme... o eso creía.

     Lo que mis ojos observaron, mi boca no lo puede repetir ni mis manos escribir. Solo podría entenderlo alguien que haya estado allí. Ahora comprendía por qué el sonido me deleitaba de tal manera, y es que ante mí se encontraba nada más y nada menos que un coro de seres celestiales. Llamarlos querubines, serafines o simplemente ángeles sería irrelevante. El punto es que la melodía más dulce que alguna vez escuchase oído humano venía de ellos, y aunque me encontraba a solo metros, no lograba distinguir las palabras que pronunciaban, lo cual era mi mayor deseo.

     Intenté acercarme a ellos, pero en un parpadeo un par de espadas mi camino bloquearon. Dos inmensos guardianes de alas tan blancas que lastimaba los ojos eran quien me cerraban el paso. Con mucha molestia pregunté por qué evitaban que avanzara; y muy serios me respondieron que todo aquel que escucha y comprende el canto de los cielos, a la tierra nunca más quiere volver. Pero al pensar en ti, les pude asegurar que yo tenía un firme motivo para regresar. Aunque repitieron que ellos nunca se equivocaban, me permitieron caminar el trecho que me faltaba. Y una vez que estuve a punto de poder tocar al coro, sus palabras cobraron sentido en mi oído. Eran solo dos, simples y sencillas, pero que para mi en ese caso valían más que cualquier maravilla: te amo.

     Y tan rápido como todo comenzó, el entendimiento a mi cuerpo de nuevo me lanzó. El calor que pensé que venía del sol, en realidad manaba de tu cuerpo. El mar de Poseidón, no era otra cosa que la profundidad de tus pupilas. Y el canto angelical, eran esas dos palabras, que había oído mil veces, pero que en tus labios cobraban vida.

     Y si se lo preguntan: No, ni me volví loco ni aluciné. Solo les estoy narrando la primera vez que la besé.

domingo, 8 de mayo de 2016

Mi primer amor

     De amores y desamores está lleno mi pasado, y estoy seguro que lo estará mi porvenir. Algunos mejores, otros peores; largos, cortos, felices, dolorosos... variables al fin y al cabo. Pero hay uno que nunca me ha defraudado, y sé que jamás lo hará: mi mamá.

     Si algo me ha definido en esta vida ha sido que tú estés a mi lado. Apostando mi vida puedo jurar que no sería quien soy si tu mano no me hubiese guiado en el sendero que he recorrido a lo largo de los años. Únicamente tú has podido levantarme cuando he caído, o hacerme volver a la tierra cuando he perdido el norte. Mis logros no son más que fruto de tu compañía; mis éxitos simples resultado de tu trabajo; cada meta que logro completar lleva tu nombre sobre ella. 

     Sé que no todo es positivo, y que muy seguido meto la pata (es impresionante lo bueno que soy para equivocarme). Si te escuchara más a menudo me ahorraría infinitos dolores de cabeza y estrellones, pero aún sabiendo que tu consejo es sabio como ningún otro, muchas veces me dejo llevar por mi espíritu, solo para al final decirte: tenías razón. Soy consciente de que un par de lágrimas han rodado por tus mejillas firmadas con mi nombre y que de algunas de tus canas soy el completo causante. Por todo eso, hoy quiero pedirte perdón, y hacerte saber que a diario intento mejorar para estar un poco más cerca de ser el hombre que tú deseas ver.

     Lo siguiente en mi lista es agradecerte. Si intentara escribir cada cosa por la que te debo dar las gracias, pues... wow, no estoy seguro de terminar algún día. Pero hay cosas que destacan: te agradezco nunca haberte rendido con mi hermana y conmigo; durante años te he visto salir día tras día a construirnos un futuro; y aún cuando el presente se ha tornado muy oscuro algunas veces, tú siempre has sabido dibujarnos un sol para que no lo notemos. Hoy puedo comprender cuántas veces cargaste sobre tus hombros el peso de los tres, para que nosotros pudiésemos correr sin tener cargas en nuestras espaldas. Hoy logro entender que, contrario a las leyes de la física, tus fuerzas jamás han tenido fin al tratarse de salir a buscarnos un mejor mañana. Por todo eso debería inventar una palabra solo para tí, pero a falta de ella, hoy te digo de la forma más grande que lo haré nunca: GRACIAS.

     Si quieres saber algo, eres mi heroína. Hay quien sueña con tener dinero, o viajar, o casarse con una modelo (y no es que esas cosas me molesten jajajajaja); pero si me lo preguntan, puedo afirmar con total convicción y fuerza que mi mayor sueño es que estés orgullosa, y poder algún día devolverte al menos el 1% de lo que has hecho por mí. Sobra decir que siento que Dios tiene preferencia con mis hermanas y conmigo, pues nos envió a nuestro propio ángel en la Tierra.

     Seis párrafos se quedan cortos para definirte, pero hay cosas que las palabras no pueden expresar, ideas que no se pueden transmitir, sentimientos que simplemente se pueden entender si se tienen. Así que con este pequeño escrito hoy quiero recordarte algo que nunca debes olvidar: Que te amo mamá, y que has sido, eres y serás mi más grande amor.