Hace tiempo que no sonreía sinceramente. La verdad es que había perdido el interés en hacerlo. Las personas dicen que cada golpe te vuelve más fuerte, y tienen razón; pero no advierten que a veces con esa fortaleza viene también la frialdad. Después de mi última decepción todo empezó a parecerme igual: gris, aburrido, sin valor para apreciarlo más de unos segundos. Tras la última caída, que créanme que fue dolorosa, algo se rompió, cambió, se perdió. Ese día me juré a mi mismo que ninguna chama volvería a lastimarme, porque no lo permitiría.
El sistema funcionaba bastante bien. Es mucho más fácil vivir cuando dejas de lado todos los problemas que contrae el "amor". Y no lo pongo entre comillas por capricho, sino que jamás logré entender como algo, que según cuentan debe ser maravilloso, va lastimando a tantas personas en el mundo. Si yo fuese el único que se ha quedado con un corazón roto, podría justificar ser una excepción; pero no lo soy. Día tras día veo a personas a mi alrededor sufrir al descubrir que se acabó su magia de 15 minutos, veo promesas de para siempre durar tan solo unas semanas, veo como amores jurados ante la luna ni siquiera se saludan una vez que vuelve a brillar el sol.
Mi vida se había vuelto simple. Mi tiempo empezó a transcurrir entre mis amigos, mi carrera y trabajo, una que otra fiesta ocasional y algunas conquistas por placer. Mirando hacia atrás, hoy me pregunto si en el proceso de no permitirme otro dolor, no cause algunos yo mismo. Puede ser que alguna de las mujeres que pasó por mi vida realmente esperase quedarse en ella; puede ser que estuviese dispuesta a intentarlo de verdad, puede ser que hasta me quisiera. Pero yo no lo permití, simplemente me sentía bien estando solo.
Y luego llegaste tú.
Generalmente las palabras son mi fuerte, fluyen de mí con total facilidad. Pero cuando intento hablar de ti, se me traban las ideas. No sabría decir en qué momento exacto lograste pasar mis barreras de defensa, pero no pareces muy dispuesta a retroceder... y yo no quiero que lo hagas. De un simple mensaje has pasado a ser mi mejor conversación, de unos buenos días a ser mi primera sonrisa en la mañana, de ser una total desconocida a ser esa persona que deseo fervientemente conocer en detalle.
Como ya dije, no sé en qué momento entraste en mi vida. Tampoco sé en qué momento dejaste de ser una chica más. Y menos que menos sé en qué momento empezaste a importarme de verdad. Pero la realidad es que todo eso pasó y acá estás, dándole color a una vida que llevaba mucho tiempo en blanco y negro, manteniendo en mi cara una sonrisa continua, recordándome lo que son cosquillas en la barriga al ver a ese alguien especial.
Hay cosas que en la vida suceden por simple lógica, que no hace falta pensarlas mucho para saber que deben ser así. Quererte a ti es una de ellas. Habría que ser idiota para no verlo. Esa sonrisa tuya desarma todo argumento que pueda exponer, el sonrojar de tus mejillas ante el menor piropo me deja la mente en blanco, la dulzura de tus palabras me acaricia y me acuna como la mejor de las melodías. Cerca de ti me siento bien, me siento feliz, me siento vivo. Y una vez que ya no estás a mi lado, solo puedo contar los minutos para volver a verte. Como una adicción, cada vez necesito perderme en tus ojos más seguido.
Ahora recuerdo por qué la gente siempre vuelve con el temita del amor: porque los golpes duelen, pero personas como tú alivian hasta la peor de las penas. Gracias a ti, lo comprendo: el problema no es el amor, sino las personas que se cruzan en nuestro camino. Y gracias a Dios tú te cruzaste en el mío. Aunque lamentablemente no por mucho.
La situación te obliga a irte del país, y por lo tanto de mi lado. Aunque daría lo que fuera por que te quedaras, comprendo que nada puedo hacer, que es algo que nos supera a ambos. Hay realidades contra las que no se puede luchar. Tal vez lo más lógico sería marcar distancia y así amortiguar el golpe que recibiremos cuando llegue el momento en el que debes partir. Tal vez buscar verte como una amiga es el camino más sencillo. Pero me niego rotundamente.
La gente suele decir que si la vida te da limones debes aprender a hacer limonada. Pues bien, si la vida tan solo nos regala unos meses juntos, que sean lo mejor que puedan ser. No puedo cambiar el hecho de que te vas, y lamentablemente no puedo irme contigo; pero te juro que puedo regalarte lo mejor de mí por el tiempo que nos quede. Prometo hacer que cada segundo valga la pena, y que el siguiente sea aún mejor. Prometo gritarle al mundo que te quiero, y susurrarte al oído que no cambiará. Prometo cada día pensar una forma diferente de hacerte reir. Prometo escribir una tesis sobre las diferentes formas de abrazarte. Al fin y al cabo, si tenemos fecha límite, quiero que podamos sonreir cuando solo nos queden estos recuerdos y las hojas del calendario roto.