domingo, 24 de abril de 2016

Anatomía discordante

     Hoy mi cuerpo se puso en desacuerdo general, y decidió emitir un comunicado, que lleva por título tu nombre, y que parece que me va a complicar la vida.

     Mis manos iniciaron la revuelta y se declararon en paro laboral. Argumentan que después de tu piel, todo tacto parece burdo y áspero. Me exigen que les permita acariciarte una vez más, prometen hacer un mejor trabajo y rozar con ternura cada centímetro de ti, si con eso te harán regresar.

     Mis oídos piden a gritos oír tu risa o tus palabras de nuevo, hasta han aceptado trabajar horas extra y grabar cada una de tus palabras. Les preocupa que, por haberse distraído, tú  te hayas ido.

     Mis labios como adictos, me suplican por el néctar de los tuyos, y dejan escapar tu nombre en medio de mis palabras. Juran que por besarte de nuevo son capaces de decirte todo lo que necesitas oír... o de callar durante horas. "Solo un beso más", es lo único que piden, es lo único por lo que ruegan.

     Mis ojos son de los que más molestos están. No entienden por qué ya no pueden observarte durante horas y fijar cada línea de tu rostro y tu cuerpo; pero en especial han dejado claro que quieren volver a perderse en tu mirada, ya que ahí eran realmente felices. Es tal su molestia, que sin importar cuanto intento evitarlo, ellos simplemente se clavan en ti cuando estás cerca. Se niegan a oír razones y comprender que ese cerca, es realmente muy lejos.

     Mis pies no participan mucho del debate, pero en apoyo de los demás insisten en repetir los pasos que dí a tu lado, como si al caminar por el mismo lugar que pisamos juntos, tú fueses a estar ahí. Les he dado rutas alternas, pero no encuentro respuesta de su parte, ellos continúan recorriendo el mismo sendero día tras día.

     Mi pecho y mis brazos han formado una sociedad. Su reclamo es simple: se sienten vacíos sin ti en medio de ellos. Han planteado decenas de formas de abrazarte y hacerte sentir segura, y prometen pensar en cientos más. Solo piden una oportunidad, solo esperan que regreses una vez y aseguran ser capaces de evitar que te vuelvas a ir.

     Mis pulmones siguen trabajando bien... hasta que te acercas. Por algún motivo (que ni ellos entienden) aún me quedo sin aire cuando te veo de repente. Y han tomado la mala costumbre de soltar en un suspiro todas las palabras que quiero decirte, pero que mueren en mi garganta.

     Mi corazón es el que más problemas me está dando. No sé cómo explicarle que no puede acelerarse cada vez que te miro... o me escribes... o te nombran. Él, más que estar molesto, añora esa sensación de alegría que tenía al estar a tu lado, y pasa días con el ánimo bajo. Se pregunta si debe derrumbar la casita que te construyó. Me reprocha darle prioridad a la lógica y no gritar todo lo que quiero decirte.

     El único que parece estar de mi lado es mi cerebro. Lleva días tratando de explicarle a los demás que ese ciclo ya cerró, que debemos continuar y buscar nuevos horizontes. Él comprende que hay cosas que tienen fecha de expiración... incluso los sentimientos. Pero por más que lo intenta, no logra convencerlos. Y hasta tiene sentido, si ni siquiera su parte subconsciente lo escucha: aún te cuelas en mis pensamientos... y en más de uno de mis sueños.

    Y si aún no comprendes qué tan importante eres para mí, te lo pongo así: una que otra vez había tenido discusiones con mi corazón; pero nunca había tenido una anatomía discordante.

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