miércoles, 10 de mayo de 2017

Hoy te vi, joven y heroico estudiante de mi patria.

     Hoy quiero compartir un escrito, que aunque no es de mi autoría (todo el crédito para el Sr. Miguel B, padre de uno de mis amigos más cercanos) y aunque realmente fue escrito para lamentar la muerte de un joven diferente; hoy tristemente vuelve a sentirse real. Un texto que me corta la respiración como joven, como creyente del futuro de mi nación, pero más que nada como venezolano. Yo tan solo puedo agregar: descansen muchachos, perdón por no haberlos podido salvar, como ustedes intentaban salvarnos a nosotros. 


     Hoy te vi, joven y heroico estudiante de mi patria.

     Hoy te vi, estuve y estoy contigo. Cientos de miles acudimos a las calles de Venezuela a defender su honor. Solo queríamos exigir respeto a la dignidad, tan solo eso, reunirnos como ciudadanos de esta patria y acudir juntos hasta la asamblea nacional, y cantar, con la mayor fuerza, con el aire que respiramos de nuestra hermosa ciudad, el himno nacional. 

     Marchar, si, solo caminar acompañados los unos por los otros. Somos una multitud que no se percibe desconocida. Miles de rostros de ancianos, jóvenes, niños y adolescentes, que al mirarnos nos reconocemos como venezolanos que luchamos por recuperar nuestro país. Caras conocidas, semblantes cotidianos con miradas de esperanza que los años de lucha han perfilado, delineado e iluminado con alegría y firmeza cada vez que nos reunimos en calles, autopistas, plazas y avenidas de nuestra patria para exigir, hasta lograrlo, un estado de derecho que garantice equidad, justicia, ética y paz.

     Una otra vez y hasta que sea necesario nos reuniremos. Somos millones, y hoy solo pedimos se aplicaran y se cumplieran la Constitución y las Leyes. Hoy de nuevo, solo pedíamos que nos dejaran escoger a quienes deben dirigir el cambio.

     Caminamos, cantamos, enarbolamos banderas, aspirábamos caminar por nuestras calles, ser oídos por alguna institución pública de nuestro país. Intentando como muchas veces, llegar juntos, como pueblo con pleno derecho a hacerlo, al tribunal Supremo de Justicia; al CNE, a la Defensoría del Pueblo, y hoy, avieso dictador, solo queríamos llegar hasta nuestra Asamblea Nacional. Pero tu dictador de baja ralea y líder del ejecutivo nacional –con minúsculas- dictaste instrucciones, y tu guardia pretoriana masacró a nuestros abuelos, disparó contra nuestros jóvenes, asfixió a nuestros niños.

     Maldito el soldado que dispara contra su pueblo, sentenció Bolívar, pero eso a ti, dictador de nacionalidad, identidad y afinidad patria desconocida -colombo-cubano-venezolano-, poco te importa y a tu ejército, mucho menos. Mientras escatológicamente bailabas frente a las cámaras y a tus acólitos, tus guardias "nazionales" asesinaban a los muchachos de la patria. No te importa, grotesco dictador, que día tras día de protesta pacífica mueran jóvenes y estudiantes y con ellos, se esfuman los sueños de un país.

     Esperanza de un mejor país, arrebatada por la mano asesina de un soldado que dispara acabando con una vida y con ella, un futuro.

     Yo te vi, si joven amigo, hoy te vi defendiendo el país de millones de venezolanos. Tan solo ibas armado con un guante y una pañoleta que protegía tu juvenil cara de heroico guerrero de la dignidad.

     La cara en alto, blanca, bañada de antiácido, era tu único escudo, cuando al igual que tus compañeros, decidiste tomar la vanguardia y evitar que las tanquetas asesinas de la guardia nacional avanzaran por las calles repletas de ciudadanos mayores que tú. De pronto, en un instante la bala asesina pagada por tu país, quebró tu cuerpo, dobló tu vida. Una orden del ejecutivo bastó para que la mano de un Guardia Nacional disparara directo al cuerpo, apagando tu vida, restando luz a nuestro país.

     Yo te vi, hoy te vi en los rostros de decenas de jóvenes y estudiantes que evitaban que la guardia imperial del dictador avanzara impune sobre nuestra ciudad. Eres y siempre lo serás, un gran venezolano, representante digno del bravo pueblo que luchó contra la inseguridad, el hambre, la falta de medicinas, la corrupción, la pérdida de la esperanza. Otro estudiante que sin miedo, dio su vida por nosotros.

     Y es que en cada manifestación nuestros jóvenes y estudiantes son el motor de la nación, la chispa de la pasión, esencia patriótica de la rebelión. Todos los que luchamos en las calles, con inflamado orgullo aplaudimos al ver los comandos de jóvenes universitarios pasando a nuestro lado, trotando en medio de la multitud, blandiendo orgullosamente como protección, escudos de cartón piedra y cascos de barato polietileno. En el cuello tan solo una bandera tricolor cual bandana antigás, protegen su respiración; en una mano llevan un guante de carnaza - aseo urbano- y sobre sus ojos lentes de nadador; jóvenes que se encargan de recoger y devolver con la mano bombas asesinas, que pretenden sofocar una nación.

     Yo te vi, hoy te reconocí y, que doloroso orgullo, mi valeroso adolescente universitario, haber estado tan cerca de ti. Hoy que caminamos miles, quizá estuviste riendo a mi lado, entonando el himno patrio junto a mí para exigir elecciones o que liberaran a tus compañeros presos; hoy luchaste para exigir que cesará la podredumbre gubernamental, que se juzgara a los corruptos y culpables del descalabro nacional.

     Dios te bendiga donde te encuentras y, aseguro a tu familia, amigos, compañeros y venezolanos que ya estarás sentado -sin tragar humo lacrimógeno- a la diestra del Señor.

     Hoy te vi y siempre te veré. Cada día que vea un joven libre y sonriendo, te veré. Cuando vea crecer a mis hijos y alcanzar sus sueños, te veré. Cuando logremos rescatar a nuestro pueblo, cuando retomemos el camino de la justicia, de la ética y la dignidad, te veré. Cada vez que escuche el Himno Nacional, cada vez que vea la bandera tricolor ondeando en el cielo de mi patria, tu eterna patria, te recordaré y, con la mano en el pecho, cantando silenciosamente y mirando el cielo, te buscaré al cesar la épica melodía.

     Te prometo estudiante de mi patria que de ahora en adelante aplaudiré cuando termine el himno nacional; por siempre te recordaré y con un aplauso reconoceré tu gallardía, arrojo y la eterna batalla librada por defender tu país también mio.

     Nunca olvidaré que sin un ápice de miedo, sino, con una carga de alegre valentía, entregaste tu luz para acabar con la oscuridad que arroja la perversidad del ejecutivo y demás instituciones sobre nuestra Venezuela, amada nación.

     Por mi parte, Guardias nacionales venezolanos les recuerdo lo expresado por el Libertador Bolívar: maldito el soldado que dispara contra su pueblo, depongan entonces las armas, reviertan su resentimiento y no sigan matando a los jóvenes de la patria.